Introducción

Érase una vez, un estudiante de Bellas Artes que decidió invertir su tiempo y sus esfuerzos en un proyecto universitario digital llamado The Whispered World. Se llamaba Marco Hüllen, y en el momento de iniciar nuestra historia trabajaba solo. Más adelante, coordinó el proyecto y dibujó los fondos cuando las vicisitudes del destino hicieron que ingresara en el estudio Daedalic, consagrado al desarrollo de aventuras gráficas. Pero la producción de The Whispered World no fue precisamente tranquila. Las primeras noticias que nos llegaron del proyecto terminaron por distar mucho de ser alentadoras, puesto que se encuadraban, junto con otros títulos muy impactantes gráficamente como A Vampyre Story, en el catálogo virtual —por inexistente— de aquella estafa llamada Bad Brain. Su inclusión en dicho catálogo de hecho estuvo a punto de matar definitivamente al proyecto y sólo pudo salir adelante porque los chicos de Daedalic tuvieron rapidez de reflejos.

Como queriendo desvincularse del infausto pasado, el juego se remozó estéticamente. Sadwick, el payaso protagonista, sufrió una notabilísima mejora que se ajustaba mejor a su triste y enfermiza personalidad. El anterior y simpático payasito, que vimos incluso en una hipotética portada mostrada por el vendedor de humo Wolfgang Kierdorf, desapareció por los siglos de los siglos, pero tuvo el tiempo suficiente para protagonizar un tráiler que todavía hoy puede contemplarse y sumir en el desconcierto a más de un incauto.

La edición que ha llegado a España deja por el camino el sistema anticopia de la versión original, tan interesante como aburrido (había que tirar tres dados multifacetados incluidos en la caja del juego), pero tributario de los clásicos. Lo que demuestra, ya de entrada, el compromiso reverencial de Daedalic para con el género.

Argumento

Las pesadillas asaltan a Sadwick cada vez con mayor frecuencia. En ellas, siempre recorre una cornisa que va rompiéndose a su paso y termina ante una enorme boca azul que le reclama con insistencia. Cuando despierta en el opresivo silencio de su caravana, empapado en sudor, crecen en él la confusión y el deseo de respuestas.

Una mañana, harto de sufrir siempre los mismos sueños, se arma de un valor inusual y decide partir en busca de algo, o alguien, que pueda satisfacer su ansia de conocimiento. Pronto oye hablar de Shana, una vidente cuya cabaña parece estar en lo más profundo del Bosque del Otoño, donde ha acampado el circo familiar al que pertenece.

Tras un pequeño periplo, llega ante Shana y ésta, en trance, le revela su destino: Sadwick está predestinado a destruir el mundo. Nada de lo que haga podrá impedirlo. Ni tan siquiera despertar al rey enfermo de Corona que es el sustento y el corazón de su universo…

Comentario

The Whispered World es una aventura riquísima en referencias, lo que la hace compleja —a la vez que suculenta— desde el punto de vista crítico. Literariamente, entronca con esa corriente del fantástico alemán que entremezcla la epopeya con la tragedia y que desemboca en La historia interminable de Michael Ende, obra omnipresente en el juego. La característica principal de este tipo de literatura suele ser el destino trágico del héroe, un alma doliente, perfectamente representado aquí por Sadwick, el bufón melancólico cuyos actos involuntarios condenan a Silencia/Fantasía a su propia destrucción redentora. La complejidad formal de nuestro título se completa con la propensión por la autorreferencia y el guiño aventurero de los que hace gala.

La aventura es un no parar: tan pronto sorprende como se reinventa ante la encrucijada. Daedalic teje unas situaciones delicadas que deben solventarse prácticamente con lo puesto, tirando de mucho ingenio e imaginación y con el conveniente respaldo de cuantiosas y eficientes pistas. Una de las claves más sonadas, y desde luego más insólitas para los tiempos que corren, de The Whispered World es su honestidad, ya que no engaña al usuario escamoteándole datos que luego revela en un mágico tantatachán el protagonista de turno, sino que iguala y equilibra a las dos realidades (la que está en la pantalla y la que está delante) como si fueran una única cosa. Si bien varios de los puzzles de uso de objetos son brillantes y edificantes, no deja de ser cierto también que se reciclan en exceso, volviendo tenue la línea que separa la brillantez de una cierta saturación. Quizás el problema radique en el forzamiento y alargamiento ligeros que caracterizan el guión y, por tanto, a veces el diseño; sea cual sea la razón, los puzzles dan la impresión en ocasiones de ser limitados, de resolverse con la primera idea que a los diseñadores se les ha pasado por la cabeza. Eso sí, la conclusión obvia que se extrae de la inmensa naturalidad con la que suelen estar insertados y planificados es que Daedalic no es una compañía que está en el género porque anhela usarlo de trampolín para crear el gran shooter que revolucione los videojuegos. Se puede decir que han jugado mucho y bien y que conocen el sector; tanto han jugado que se permiten bromas particulares que comparten con complicidad con el jugador; bromas que no insultan a la inteligencia de nadie, que son el germen de algún que otro puzzle fastuoso y que milagrosamente —por la nacionalidad de esta aventura— tienen gracia (ver, por ejemplo, el socorrido recurso a los pantalones del abuelo).

Ahora bien, quizás tantas horas dedicadas al género ha provocado cierto empacho. No nos engañemos: Daedalic no deja de ser un estudio nacido en un periodo de perversión aventurera y amamantado al arrullo de una industria responsable de buena parte de los dislates que hemos tenido que soportar en la eterna última década. Sólo así puede explicarse la recalcitrante inclusión de «esos puzzles que tanto nos gustan a los aventureros» (sic), a saber: sliders, combinatorias de diverso pelaje, puzzles de tablero y torturas por el estilo. Tanto nos gustan que los chicos de Daedalic se muestran generosos y magnánimos, regalándonos una media de dos de esos puzzles por capítulo.

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