De esta manera, la comunión pistas-enigmas acaba resultando estrecha, gracias a la espléndida implementación de éstas en los chispeantes diálogos y los parajes, introducidas con una naturalidad tal que pasan por espontáneas.

Las conversaciones no se hacen tediosas, y ni siquiera dan la impresión de ser puro relleno; es verdad que algunas son absurdas, pero eso se ajusta más bien al carácter risueño de Wallace o a la peculiaridad de las premisas de las que parte el argumento. Además, el guión está cuidado hasta extremos verdaderamente puntillosos, logrando que el jugador se sumerja y mimetice en la vida rutinaria de West Wallaby Street y alrededores, con los que deberemos irnos familiarizando de cara a los siguientes títulos.

El guión nace de la asimilación de una regla tácita pero inapelable del género, según la cual cada acontecimiento que tenga lugar en una aventura debe ser fruto de causas y consecuencias bien enhebradas, que hagan que A sea resultado de B y éste lleve a C. La dificultad que entraña es, por si fuera poco, añadida, al tener que desplegar unos hechos constreñidos físicamente por el propio formato episódico. Hartzell sienta cátedra, como otros compañeros antes que él hicieran en los anteriores Sam & Max, en lo que se refiere a escribir una historia donde nudo, desarrollo y desenlace aparecen nítidamente señalados sin fisuras. A raíz de esta habilidad nace un guión generoso en referencias, como el tributo a la película y obra teatral Arsénico por compasión, que oculta, bajo una falsa apariencia de simplicidad, ideas y conceptos capaces de despertar la admiración del usuario más exigente.

Buena prueba de esto que acabamos de mencionar es el hecho diferencial que separa a Wallace y Gromit de sus antecesores «telltalianos»: por primera vez, la compañía californiana experimenta con una pareja protagonista en la que se contabiliza —y controla— a un mudo. Gromit no tiene una sola línea de diálogo en toda la aventura, ya que basa su comunicación en su expresividad y lenguaje corporal. Con el perro, los animadores a sueldo de la empresa de Dan Connors logran su mayor hito hasta la fecha, al materializar sus pensamientos y opiniones simplemente a base de sus gestos, del fruncimiento de sus cejas o del ladeamiento de su cabeza. La fórmula réplica-contrarréplica que estaba en el sustrato íntimo del compañerismo de Sam y Max, o las bromas localistas de Strong Bad, son dejadas de lado por las circunstancias, favoreciéndose así un humor basado en el slapstick, o gag «físico».

Aunque Gromit carezca de habla, los demás personajes con los que se va encontrando charlan abundantemente. Tanto es así que incluso los puzzles se aprovechan de la locuacidad de los habitantes de la comarca en la que está empadronado Wallace: sin ir más lejos, las disputas familiares de los Gabberley conducen hacia un microdesafío en el que habrá que inspirar a la quiosquera en su afán por humillar a su desabrido esposo.

Las voces con las que se insufla de vida y carácter al reparto de Fright of the Bumblebees las prestan actores especializados en el doblaje de videojuegos en Inglaterra. La propia dirección de estos intérpretes, impuesta por Telltale, corre a cargo del experimentado Mark Eastdale, toda una institución en la industria de su país, que se rodea de un elenco de profesionales de reconocida solvencia, caso de Emma Tate (Ms. Gabberley), Glen McReady (Crum) o Ben Whitehead, el sustituto de Peter Sallis como voz de Wallace.

Para que el jugador hispanohablante pueda seguir sin dificultades todas las conversaciones que se sostienen en este título, Telltale ha adoptado la insólita decisión —motivada más bien por su alianza con Microsoft para distribuir la serie en Xbox LIVE Arcade- de traducir sus cuatro juegos. Los subtítulos que nos han llegado son correctos ortográficamente, pero pecan de cierta literalidad en algunos giros idiomáticos, lo que hace que, indefectiblemente, se construyan expresiones un tanto raras o no muy claras.

Eso sí, el hispanohablante gozará, como cualquier otro usuario del planeta que se descargue este episodio, del talento del gran Jared Emerson-Johnson, compositor habitual de Telltale, que con sus arreglos de los temas compuestos por Julian Nott para las entregas televisivas y algunos de producción propia, vuelve a regalar a los oídos un nuevo prodigio musical, con abundantes —como no podía ser de otra forma— elementos jazzísticos.

La última consideración a realizar tiene que ver con el control de este Wallace & Gromit. Con independencia del entusiasmo que suscite, hay que ser justos con este sistema de control (precursor del que después pulieron para Tales of Monkey Island, pero que emplea el teclado para el desplazamiento y el ratón para la exploración del entorno) que es tan cómodo como intuitivo. Eso sí, adolece, por lo que aún tiene de experimental en su planteamiento, de algunos fallos que se circunscriben a desajustes con la cámara y con ciertas perspectivas un tanto extrañas; además, se intuyen problemas venideros en la primera persona que se activa en determinados puzzles, un completo engorro que Telltale deberá pulir con mucho tino si quiere que su apuesta por el control mixto no caiga en agua de borrajas.

Conclusión

Telltale deja, pequeños errores al margen, el listón muy alto en esta primera entrega de las Wallace & Gromit's Grand Adventures (en la traducción al castellano, Las fabulosas aventuras de Wallace y Gromit), donde certifica que no tiene par entre las compañías dedicadas al género. Eso sí, al alcanzar tanta calidad al inicio de la saga, los restantes capítulos tienen complicado superar el listón. Si Telltale lo consigue o no, forma parte de un debate que se desgranará en las próximas reseñas.

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