El discreto encanto de la aristocracia
Título: The Black Mirror (2003)
Desarrolladora: Unknown Identity
Distribuidora: Friendware
Lanzamiento: 12 de noviembre de 2003
Especificaciones (mínimo recomendado): Windows 98/ME/2000/XP - CPU (Intel, AMD o compatible) a 400 Mhz. - 64 MB. de RAM - Tarjeta gráfica de 4 MB. compatible con DirectX - Unidad de CD 16x - Tarjeta de sonido compatible con DirectX - DirectX 7.0 o superior - 2 GB. de espacio libre - Ratón
# Publicado el por Paco García
Introducción
No se puede decir que la industria del videojuego sea la más proclive a enterrar el tópico. Tonterías como aquella de “para hacer una aventura gráfica hace falta mucho dinero” que ya no debería tragárselas nadie, sigue en boca de muchos desarrolladores y productores. La aventura es y será pese a quien le pese y por lo que le pese, el terreno más fecundo para una empresa con ganas de abrirse camino en el mundillo del videojuego. Y es que es una producción aventurera puede resultar barata y a la vez rentable si se sabe administrar la valiosísima materia prima que es la imaginación. No hacen falta presupuestos infinitesimales, tan solo creatividad y buenas ideas.
Empieza a aflorar un nuevo mercado alternativo que, valiéndose precisamente de estos recursos elementales, se está haciendo hueco y quitando protagonismo a los ostentosos blockbusters que parece han perdido la receta de ese misterioso elixir que es la originalidad. Estoy hablando de la escena del Este Europeo y del creciente movimiento indie, ambas de signo monetariamente modesto pero que están ganando cada vez más adeptos. Un nuevo mercado nacido en la escasez y que tras dar los primeros pasos ya estaba siendo sometido a traicioneras zancadillas de la feroz competencia de las altas esferas, pero que aún persiste, gracias a un tesón alentado sobre todo por el duro trabajo y la vocación, que aún sin rimbombantes efectos, es sin duda algo loable en un ambiente donde en más ocasiones de las que nos gustaría las planificaciones apresuradas y la completa inapetencia para seguirlas, dan un resultado indigno de estar en cualquier tienda.
The Black Mirror, aunque no sorprenda en su forma y no demasiado en su fondo, es un juego que se somete casi absolutamente a la concepción tradicional de la aventura gráfica haciéndose respetar simplemente por ello gracias a la irrupción de ilusorios redentores han hecho olvidar a más de uno lo que auténticamente es una aventura decente.
Argumento
Encerrado en un lúgubre torreón con el ruido de fondo de una colosal tormenta de las muchas que azotan la siempre medieval Inglaterra rural, el noble anciano William Gordon, manuscribe ignorante las que serán sus últimas líneas a su nieto Samuel a la luz de un candil que reverbera en las frías paredes de piedra. En ellas le cuenta algunos datos relativos a las recientes pesquisas que ha estado realizando acerca de los oscuros acontecimientos ocurridos a la par de la fundación de su señorial linaje que podrían haber marcado el azaroso devenir del Clan de los Gordon a lo largo de los siglos hasta el presente y que resultarán reveladoras para, en el futuro poder evitar inclementes desgracias como la que propició la marcha del joven Samuel doce años atrás. El viejo es consciente de que hay algo tenebroso a lo se ha acercado demasiado y algo o alguien empeñado con que no se averigüe nada más. Y está en lo cierto.
Antes de que pueda poner fin a su misiva, algo irrumpe por la ventana y el anciano cae desde lo alto del castillo dando con sus huesos contra la muerte. A los pocos días el retoño de la familia regresa al condado de Black Mirror para presentar sus respetos en las exequias fúnebres de su abuelo, cuya carta no llegó a recibir. Aunque el lugar le trae amargos recuerdos del trágico incendio que acabó con la vida de su esposa y que fue el detonante de su partida, decide quedarse, en parte para acompañar a su familia en este duro varapalo, y en parte porque no le convence nada la versión oficial de los hechos: Samuel se niega en redondo a aceptar que el octogenario patriarca de los Gordon hubiese querido acabar voluntariamente con su vida. Es por eso que dedicará su estancia a conocer todo lo que pasó por la mente de William antes del desgraciado incidente que acabo con su vida. Sus iniciales sospechas así como la imperante necesidad de continuar la labor emprendida por este, se verán reafirmadas tras averiguarlo...
Comentario
No se puede decir una vez leídas las líneas básicas del planteamiento de The Black Mirror que la suya sea una historia digna de aplauso por su peculiaridad, y es que aparte de que pueda pasar por una historia de ancestrales maldiciones y entuertos sobrenaturales como otra de tantas, llama la atención los bocados de inspiración que ha propinado a la magnifica y por todos conocida saga Gabriel Knight. No es esta una afirmación gratuita como aquellas que hacen los neófitos sino que va más allá, y aunque no resulta especialmente cantoso si que puede resultar curioso.
Nos encontramos con un protagonista con un generoso parecido físico al librero de Nueva Orleáns, que además se verá envuelto sin comerlo ni beberlo en un misterio familiar que arraiga en la Edad Media y que trae consigo la resolución de una imprecación arrastrada por su estirpe hasta la fecha en que se desarrolla la aventura. A raíz de su encuentro con una reliquia familiar, también gozará (o mejor dicho, padecerá) de una clarividencia que le permitirá ver en horribles ensoñaciones acontecimientos que están teniendo lugar y por los que cada mañana se levanta empapado en sudor. Llegado hasta este punto es ya donde acaban las similitudes y empiezan las diferencias. The Black Mirror no disfruta, como ya ahondaremos más adelante, de un trazo tan fino a la hora de dibujar sus personajes y las relaciones entre estos, y atrocha por el camino de la ficción donde Gabriel Knight caminaba por el trasfondo histórico cuidadosamente documentado. El juego de Unknown se vale de esa infinidad leyendas vernáculas que tienen todos los pueblos para crear la suya propia a partir de la nada y sin que parezca especialmente poco creíble. Se ha escrito una historia autóctona del ficticio condado de Black Mirror que se va desgranando a lo largo del juego en forma de viejos pergaminos y antiguos grimorios del medievo, que dan verismo a la invención. Da una magnifica impresión el hecho de poder apreciar como una persona se ha molestado en dotar a su historia de un trasfondo para sumarle enteros narrativos, pero no nos engañemos, después de tantos años es lo mínimo que se debería hacer actualmente, y que otros no cumplan con este imperativo no hace que este juego sea dignatario de los más verdes laureles por ello.
Por suerte no es solo este punto de detallismo el único del se puede apreciar en The Black Mirror: un abanico extenso de descripciones, en su gran mayoría bastante contenidas y simples, dan vida al argumento sin muchos aspavientos pero con llevadera efectividad. A veces nuestro personaje nos sorprende con apreciaciones propias del entorno que ayudan a empatizar con él, y es que no dice lo mismo decir “una mesa y dos sillas” que “este era el tablero donde William me enseñó de niño a jugar al ajedrez”. Por insignificante que esto pueda parecer, el personaje nos está dando información subliminal sobre sus propias motivaciones, sobre el porqué de su entusiasmo por continuar con la investigación, y esto aunque irrelevante en apariencia, es uno de los factores que auténticamente sumergen al jugador en la aventura y que le alientan a conocer más y más detalles sobre lo que esta nos está contando. De todas formas no quiero que esto lleve a equivoco a nadie, pues The Black Mirror sigue siendo una aventura bastante desangelada tanto en el ámbito de la profundidad narrativa como a nivel de intriga, como las muchas que se han puesto a la venta en los últimos meses: hay poco más de lo que nos cuentan y tratar con simpleza una base con tantas posibilidades como la de este juego puede considerarse una negligente desconsideración para aquellos que tengan por costumbre exigir lo mejor a sus inversiones videojueguisticas.
Los personajes tienen una humanidad demasiado forzada, son una repetición tras otra de clichés que invitan a no tomarlos en serio y que desde luego no inspiran al jugador curiosidad alguna por indagar en su psicología. Empezando por el propio protagonista que, a pesar de ser alguien con más registros emocionales que la mayoría (para algo es con quien más tiempo pasamos a lo largo de nuestro periplo), no deja de ser tener un punto detestable; ciertamente muy propio de la aristocracia: a lo largo del juego seremos testigos de cargo de todos los desmanes burgueses habidos y por haber, de la petulancia del bueno de Samuel con la servidumbre y de su puritano trato rayante con lo obsoleto para con su apreciada familia y con el oficio religioso, de una tirantez para con la gente de campo muy descuadrada con la imagen de concienciado hombre de ciudad que se nos da al principio del juego. Vamos, que es un pijo de la peor calaña. Un protagonista sin más carisma que el de sus títulos nobiliarios que no cae lo que se dice muy simpático.
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