Introducción

Con Phoenix Wright: Ace Attorney recala finalmente en España -y Europa- la saga Gyakuten Saiban, de gran éxito en Japón: tuvo tres entregas que vieron la luz en la Game Boy Advance, con unas rotundas cifras de ventas. Este juego es la conversión en DS de la primera parte de la saga; más adelante hablaremos de los cambios que respecto a ésta introduce, pero por ahora nos centraremos en intentar contextualizarla dentro del vasto y complejo mercado digital japonés. Los habitantes del País del Sol Naciente tienen unos gustos peculiares que son difícilmente compatibles con los occidentales aunque, de cuando en cuando, algunos de sus productos cruzan sus fronteras y llegan hasta nosotros, atónitos y bien agradecidos aficionados al videojuego. Sucede que de tan amplia oferta se producen hechos curiosos: mientras Phoenix Wright es uno más (allí) de los muchos juegos de un género muy cinematográfico y eminentemente japonés, cuyo desarrollo antepone el diálogo a la acción, aquí, se convierte en una exótica rara avis que contemplamos embelesados y sorprendidos. Detrás de este proyecto se encuentra Capcom, una de las desarrolladoras más famosas del mundo (responsable de Street Fighter, Resident Evil o Devil May Cry, entre otros), por lo que su calidad está -a priori- más que garantizada.

Argumento

La trama arranca en el mismo instante en que Phoenix Wright se incorpora al Bufete Fei & Co tras licenciarse cum laude en la facultad de Derecho. Bien pronto, se enfrenta a su primer caso, la defensa de un amigo de la infancia acusado de matar a su pareja. Todos los indicios parecen estar en contra del muchacho, pero inmediatamente, Phoenix Wright, descubre una fisura en el caso con la que conseguirá la exculpación de su cliente. Pero la vida es caprichosa y ese caso va a suponer algo más que la consagración profesional del abogado...

Comentario

Phoenix Wright propone al jugador cinco casos de diversa índole y complejidad. Todos ellos están interrelacionados y constituyen una suerte de "trama". Antes de pararnos a analizar sus muchas virtudes, es necesario detenerse, brevemente, en esta portentosa idea, marca definitoria del título y uno de los elementos que más contribuyen a una positiva estupefacción del jugador. Para entender lo que se pretende decir, el lector debería tener presente lo dicho al inicio del apartado, esto es, que el juego se compone de diversos casos independientes los unos de los otros salvo por ciertos detalles; son historias que van hilando una intrahistoria que afecta a los principales actores de la función (Phoenix Wright, las hermanas Mia y Maya Fei, el inspector Gumshoe, el despiadado fiscal Miles Edgworth), relacionándolos entre sí de tan hábil manera que van adquiriendo una dimensión, fruto de su propia evolución, cautivadoramente humana. Este hecho se realiza de una forma tan paulatina que, cuando el jugador va cobrando conciencia retrospectiva y atando cabos, descubre con satisfacción que los juicios no son más que un trasunto bajo el que se oculta una narración de seres vivos con sus dudas, sus anhelos, deseos, frustraciones o temores. Este análisis podría haberse titulado "Oda a la amistad", ser perfectamente válido y recoger casi casi la esencia magnética de Phoenix Wright.

Al margen de esta apreciación, el título en análisis se beneficia de las cada vez más impresionantes capacidades técnicas de la DS. La expresión "point&click", tan conocida por los aficionados a las aventuras gráficas, se convierte en literal: el stylus, el "bolígrafo" con el que se interactúa con la pantalla táctil hace las veces de ratón y sirve para realizar las pocas, mecánicas e intuitivas acciones que exige el juego. La interfaz variará según el momento en que nos encontremos: si estamos investigando, adquirirá una efectiva perspectiva en primera persona que facilitará la inmersión dentro del caso. El stylus servirá para ir peinando los distintos escenarios de interés y para aportar los distintos elementos que, transformados en pistas, servirán para engrosar el "acta del juicio" (nuestro inventario) y para desatascar el sumario. Si ya hemos llegado al juicio, nos mantendremos alejados de la acción, situándonos en tercera persona, para ayudar, desde nuestra alejada posición de jugador omnisciente al defensor en su cruzada por el defendido. Seremos nosotros quienes tengamos que protestar cuando demos con la contradicción existente en el testimonio de algún sólido testigo, desmantelándola a base de presentar una de nuestras pistas o limitándonos a hostigarlos en pos de un resquicio por el que atacar. Las pistas, materiales o no (quizás sean conversaciones, anotaciones u observaciones) condicionarán el avance, abriendo nuevos lugares y permitiéndonos conocer a nuevos personajes que harán acto de aparición en los escenarios y allí se mantendrán, estáticos en nuestra pantalla no táctil de la DS mientras en la inferior nos decantamos por preguntar o presentarles nuestros indicios.

Existe un gran espacio para la reflexión en Phoenix Wright. El ritmo frenético impuesto por los juicios, en claro contraste con la plácida tranquilidad de la fase investigadora, nos induce a hilar fino. Muchas veces nos encontraremos con testigos ágiles y hábiles que ofrecerán testimonios aparentemente intachables y rocosos. Llegará el momento de analizar las pistas, valorarlas y, si la ocasión lo merece, presentarlas. Pero, ¡ojo!, porque si, durante el proceso cometemos cinco fallos, el juicio se acabará con un veredicto desfavorable, teniendo que volver a reiniciar (es aconsejable guardar continuamente). Es un hecho que habrá situaciones en las que nos hallemos terriblemente perdidos, no sabiendo qué presentar o cuándo. Puede llegar a ser un inconveniente frustrante que aporta ciertos alicientes a un juego de dificultad voluble.

La política de Nintendo de hacer videojuegos para todos los públicos afecta al nivel de complejidad de este Phoenix Wright, haciendo que se resienta particularmente. Se dan circunstancias de una enorme descompensación, provocadas, generalmente, por lo explicado anteriormente: chirría el hecho de que el juego nos "guíe" durante la investigación, solucionando nuestros atascos con oportunas apariciones de personajes en los lugares en que esperamos encontrárnoslos o con objetos que desentonan en los escenarios. Las oscuras historias de ciertos casos se matizan con un humor acertado pero mal dosificado que convierte situaciones pretendidamente cómicas en paródicas; bien sí, puede ser una virtud, pero sólo cuando los abundantes recursos humorísticos no se convierten en cuñas obsesivas por intentar descargar la tensión dramática. A raíz de ello, destapamos momentos o actitudes realmente ingenuas que nos hacen fruncir el ceño, encogernos de hombros y bufar con desdén: "¡Japoneses!". Y eso, cuando no nos indignamos por alguna que otra trampa de la que se sirve el guión en su esfuerzo por dotar de coherencia a unas historias muy, muy rebuscadas y sin solución aparente (tranquilos, la conclusión final suele ser muy satisfactoria).

La música y los efectos sonoros son estupendos; no se limitan a acompañar solamente: también definen a los personajes y marca el ritmo de las situaciones. Cuando el momento es crítico, adquiere un crescendo que potencia el suspense, pero cuando acariciamos la victoria antes de estrellarnos estrepitosamente con alguna treta o argucia, ese momento es sencillamente indescriptible. Mención especial merece el cuidado diseño de los personajes y sus animaciones. Destilan rasgos típicos del anime más adulto ( con algunos toques muy del agrado japonés) y, aunque estáticos sobre los paisajes (de una belleza sublime: los gráficos alcanzan cotas de espectacularidad) y de repertorio limitado en sus actos, están tan magníficamente insertados y desarrollados que se nos antojan casi reales.

Conclusión

Si dejamos de lado ciertas consideraciones puntillosas, es difícil toparse con fallos de calado en este juego. Su originalidad (es único en su especie) su calidad, el mimo con el que ha sido desarrollado y, sobre todo, las bondades de un guión prodigioso que engancha desde el mismo instante en que se enciende la consola, lo convierten en uno de los títulos de referencia -y en bombona de oxígeno- de un género maltratado, descuidado y en horas bajas. Con dos continuaciones confirmadas, hay aún motivo para la esperanza. Afortunadamente, siempre nos quedará la Nintendo DS.

Terminaré, si se me permite la licencia final, manifestando mi devota y sincera admiración por el cuarto caso, llamado "Del Adiós" (en efecto: hay guiños constantes y muy sutiles a Chandler). ¡Quien hubiese dicho que al final el asesino era...!

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