Nos alejamos del mundillo de los stands y la propaganda para irnos hoy al amateur… con el que tampoco guarda tantas diferencias; aunque nos vamos a posar en la que posiblemente sea la rama más profesional del universo underground aventurero.

Quizá recordéis el nombre de AGD Interactive, antiguamente conocidos como Tierra Entertainment. Este eficaz equipo de desarrollo con fijación por los juegos más primitivos de Sierra, ha sido el responsable de la realización de sendos remakes de las primeras dos entregas de la saga King's Quest. Después de tan titánica y respetable tarea carente de atractivo económico (pues aunque gocen del apoyo de algunos miembros de la difunta Sierra aventurera, las licencias con las que trabajan son obviamente propiedad de la compañía), se pusieron manos a la obra con su primer proyecto original: Al Emmo and The Lost Dutchman's Mine, bajo el sello de Himalaya Studios, quienes no dejan de ser los mismos que estaban detrás de los remakes de King's Quest, y ahora también del éste del que os hablamos: Quest for Glory II: Trial by Fire.

Hacer un remake de la segunda entrega de la franquicia de Quest for Glory no tendría sentido si la misma Sierra no hubiese hecho ya lo propio con la primera, cosa que tuvo lugar dos años después de que viera la luz la versión original de Quest for Glory II, el último título de la compañía en utilizar el motor SCI, y por ende el último en representarse con gráficos a 16 colores, que vio la luz en noviembre de 1990.

Este remake no oficial, que podéis descargar desde la página web de AGD Interactive, es toda una muestra de respeto y admiración por el original, que deja intacto tanto guión como argumento, localizaciones, personajes, sistema de juego y hasta huevos de pascua, centrándose pues en una mejora del aspecto gráfico, remozado por completo con más y mejores animaciones y una paleta de 256 colores a su vez inspirada en los remakes oficiales de las series de Sierra que sí los tuvieron, y a los que no tiene nada que envidiar.

Sin lugar a dudas, esta es otra de esas magníficas —y gratuitas— oportunidades de acercarse a los clásicos que por arcaísmos visuales algunos aventureros hayan dejado pasar.

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