Al Riven, de primeras, sólo se puede jugar en su versión DVD. Una vez se parte de eso, uno se topa con una versión por alguna parte mejorada y por otra exagerada de lo que fue la primera parte.

La primera parte me parece, principalmente, un coñazo. Coge la mecánica vieja de resolver puzzles para ver un cachito de historia, y no saca partido de ella. Esta segunda empieza con una especie de persecución de monjes, con una escapada de una celda, y de ahí a explorar un mundo entero.

Así que esto es Riven. La sensación es que te dan un montón de escenarios abiertos para que no te aburras en ningún momento, aunque más avanzado el juego tengas que relacionar pistas entre islas. Que son 5, y hay muchos clicks de ratón entre medias. Los puzzles son, más que difíciles, elaborados y largos. Los trozos de vídeo intrigan. Los escenarios son interminables, y eso sí, una belleza.

Y Riven tiene eso. Hay partes que me fascinan, como ese bicho marino que te mira por el cristal, o esos puzzles con escarabajos. Hay que apuntar mogollón, pero al menos toda acción tiene una reacción que puedes observar. Lo malo es que no tienes absolutamente ninguna guía para moverte por ese mundo. Estoy a mirad del juego totalmente perdido, flipado, tocando botones y sin saber dónde está la pista que me llevaría a tal puzzle. Y sí, es gozoso perderse por localizaciones, pero son esos detalles los que te hacen ralentizarte mucho en el desarrollo y resolución de puzzles, y son esos detalles los que hacen a Riven antipático.

Aún así, un ejemplo insólito de las aventuras en primera persona, un ejemplo que fue alabado en medio mundo por su trasfondo new age y esa percepción de que si juegas a un Myst es que debes ser más inteligente y elevado. Echadle un ojo, pero eso es lo que hay. Fin de la semicrítica.