Presuntamente desaparecidos (IV)
Indiana Jones ha tenido una andadura convulsa en el mundo del videojuego. Esta es la historia de los Indy malditos, de las aventuras que nunca fueron
# Paco García |
LucasArts se desvinculó del género hace ya bastante tiempo, pero nunca es mal momento para reconocer el papel que la compañía desempeñó en la historia del videojuego y los méritos que, incluso décadas después, permanecen aún frescos en la memoria colectiva de todos cuantos nos consideramos aficionados a la aventura gráfica. Fueron muchos los ahora clásicos que la compañía tuvo en su catálogo, y muchos son los que a día de hoy forman parte del olimpo de la aventura con todo merecimiento de causa. Es inevitable revivirlos con cierta nostalgia en esta época en que la ruptura definitiva de LucasArts con la clase de videojuegos que le proporcionó renombre ya es más que un hecho… Ahora, ¿y si os dijésemos que a esas tantas obras maestras pudieron haberse añadido algunos títulos más que se quedaron en el tintero? Es la intención de este artículo apelar a la sufrida perversión masoquista que aqueja a muchos jugadores de aventuras: a continuación os contaremos qué pasó con los proyectos inéditos que se gestaron en el Rancho Skywalker y cómo podían haber sido, centrándonos por ahora en aquellos basados en la franquicia que creasen George Lucas y Steven Spielberg hace ya más de 25 años: Indiana Jones.
Indiana Jones y los juegos malditos
Indiana Jones. Seguramente esas dos palabras evoquen en muchos de vosotros las más variadas sensaciones, los recuerdos más diversos. Indiana Jones se ha convertido en todo un icono popular y mundial; si cabe, ahora más que nunca, en vista de que la maquinaría de Hollywood ha vuelto a poner en marcha al héroe con el reciente estreno de la que fuera impensable primero y más tarde esperadísima cuarta entrega de la serie, tras lustros desde su «última cruzada». Nadie puede dudar a estas alturas de que aquellos filmes de Spielberg son una de las experiencias cinematográficas que más han marcado a una generación, por otra parte no exenta de cierta predisposición a ser marcada por obra y gracia de cineastas muy inspirados en épocas de prodigalidad creativa.
El peso de los años no ha hecho mella en la recia constitución del afamado arqueólogo (aunque sí en su intérprete): la todavía inconclusa franquicia da para hacer correr ríos de tinta en rumorología, y se cuentan por miríadas los fanáticos de la creación de Lucas y Spielberg. Fanáticos que han tomado sus historias como base referencial para redactar guiones cinematográficos, para desarrollar juegos, para escribir libros… entusiastas devoradores de todo cuanto tiene que ver con el doctor Jones y que han propiciado gracias a su dedicación (y a su aporte económico) la creación de toneladas de merchandising: desde muñecos articulados por los que se pagan pequeñas fortunas hasta los siempre más livianos videojuegos. Los acérrimos seguidores de Henry Jones Junior no han tenido mucha suerte en esto ya que, salvo contadas excepciones, los juegos relacionados con Indiana Jones no han llegado a satisfacer las elevadas expectativas del público de la que fuera trilogía. Para honra del género que nos ocupa, quizá las adaptaciones al videojuego más alabadas han sido las aventuras gráficas. Indiana Jones and the Last Crusade es considerado todo un fetiche y The Fate of Atlantis, su llamémosle «secuela», incluso se barajó en falso como hipotético guión para esa cuarta entrega que revienta taquillas y que ha vuelto a poner al sesentón Harrison Ford tras la pista de ancestrales misterios arqueológicos.
Cuando veíamos estos juegos en las tiendas nadie podía imaginar que no tendrían continuidad, al menos como aventuras gráficas propiamente dichas. Cayeron rayos cuando los devotos del látigo y el sombrero se dieron cuenta de que habían esperado en balde durante años, pero lo cierto es que tras las herméticas puertas del Rancho Skywalker se hicieron numerosos intentos de volver a llevar al personaje a las manos del aficionado al género.
Indiana Jones and the Garden of Life (El jardín de la vida)
No se puede negar que esta no debe de ser una licencia fácil de adaptar, habida cuenta de los resultados que ha tenido a lo largo de su historia: dos éxitos y dos fracasos conocidos. Porque, como si fuese víctima de alguna ancestral maldición, Indiana Jones ya se las vio canutas para volver a ver la luz antes incluso de la gestación del archiconocido The Fate of Atlantis. Tras el éxito arrollador de la versión aventura de La última Cruzada, en el seno de la entonces llamada LucasFilm Games se empezó a macerar la idea de una nueva entrega. Inicialmente, para la base argumental se quiso recurrir a un guión cinematográfico escrito nada menos que por Chris Columbus; un guión desechado, destinado en origen a formar parte de la saga de películas como colofón de la trilogía. En él, se ponía al intrépido aventurero a la zaga del fruto de la eterna juventud del jardín de Sun Wukong, el Rey Mono de la novela tradicional china. El doctor Jones no iba a encontrarse, evidentemente, con un camino de rosas, y compitiendo por él en la búsqueda de tan preciada reliquia se topaba con el ejército del Tercer Reich en todo su fragor. El argumento le llevaba por derroteros a cual más inverosímil hasta acabar con la muerte del propio Indy y su posterior resurrección gracias a los poderes del dios mono.
Indiana Jones and the Garden of Life, como se habría titulado el juego, acabó exactamente donde se había encontrado el guión: en una papelera. Al parecer, Hal Barwood y Noah Falstein, que estaban encargados del proyecto, no vieron en aquello el potencial suficiente. «Hal y yo —comenta Falstein— trabajamos un tiempo en una idea basada en el primer guión para la tercera película, que fue rechazado por George [Lucas] y Steven [Spielberg] en favor de La última Cruzada. Estudiamos el libreto, pero era evidente por qué no había llegado a ser una película. Nunca llegamos a empezar en serio la producción; cuando vimos que aquello no iba a funcionar, le preguntamos a George si le importaba que desarrolláramos una idea original. Dijo que sí, y esa es la historia».
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