Tim Schafer y Ron Gilbert recaudan 400.000 dólares en ocho horas para volver al género
La campaña de crowdfunding logra una cifra de casi tres cuartos de millón hasta el momento
# Publicado el por Edorta Trinidad
El mito mesiánico ha arraigado con firmeza en el panorama de la aventura gráfica. En un campo en el que, a niveles más comerciales, se hace cada vez más difícil nadar entre la mediocridad, no falta cada cierto tiempo el anuncio de una gran esperanza blanca, esa que recordará al mundo las bondades del género y que llega siempre de la mano de un nombre que resuena con fuerza en el imaginario colectivo. Es natural, por tanto, que Internet esté ahora mismo bullendo de excitación con el anuncio de que Tim Schafer, y Ron Gilbert con él, vuelve a la carga con una aventura gráfica. Point & click. En pleno 2012.
Las primeras muestras del proyecto, que por el momento no lleva ningún título y del que carecemos de siquiera una sinopsis, se limitan a la campaña de recaudación de fondos que Double Fine ha comenzado hace unas horas y que ya ha generado polémica por sí misma. Aduciendo la libertad creativa como principal estandarte, el método de financiación elegido ha sido el de crowdfunding, un sistema de apoyo económico basado en las donaciones de todo aquel que quiera colaborar de manera libre. Si bien de esta forma el vínculo seguidor/compañía se hace más estrecho, con el empuje que ello supone además de toda la publicidad que conlleva, no es menos cierto que el modo de recompensa es raquítico, de palmadita en la espalda. Uno no deja de pensar en que cuando este juego esté en la calle, y suponiendo que venda en condiciones, el resultado para cada fan será una copia del mismo (a partir de 15 dólares), un documental making of y la banda sonora (30 dólares), un póster y una mención en los créditos (100 dólares, 250 con el póster autografiado por el equipo) o lo que corresponda, cada recompensa incluye todas las de los tramos anteriores, de acuerdo con la contribución efectuada. Hay quien pensará de manera romántica que ofrece su apoyo por el simple gusto de respaldar a quien cree que lo merece, pero no nos engañemos: podremos conectar más o menos con un tipo como Tim Schafer, tan expansivo, tan entrañable y tan rockero él, pero al fin y al cabo no deja de ser la cabeza de una empresa cuyo principal objetivo es hacer juegos que den beneficio económico. Double Fine está corriendo riesgo cero con este proyecto, y el potencial beneficio supone el pastel casi completo. ¿Qué deberíamos hacer, pues, con todas aquellas desarrolladoras independientes que se han tenido que buscar la vida, sacando además por el camino juegos que se obstinan en recordar a todo aquel que quiera oír que la aventura gráfica está viva, muy viva? Mencionando, asimismo, que esa libertad creativa puede quedar en entredicho en el mismo momento en el que el núcleo duro de la comunidad alrededor de esta aventura pase a ser algo más que un equipo de palmeros y tenga voz más allá de comentar la imagen promocional de turno.
Por otra parte, no deja de ser curioso semejante apoyo habida cuenta de lo poco que se puede sacar en claro por el momento. «Aventura gráfica», «Tim Schafer» y «Ron Gilbert» son unos mantras poderosos. Double Fine ha jugado con maestría su primera carta, explotando a fondo con un mínimo movimiento los deseos de toda una legión de seguidores. Sin duda, el primer vistazo es ilusionante, uno se siente atraído por los cantos de sirena, por esos ecos de gloria que repiten incesamente los primeros Monkey Island, Day of the Tentacle, Full Throttle, Grim Fandango o, aunque no nos competa aquí, Psychonauts; uno se deja inundar por las sensaciones que sintió al jugar y rejugar tales títulos. Pero, con un segundo pensamiento, ya más calmado, la pregunta que surge es: ¿qué garantía supone el nombre de Tim Schafer, y no nos olvidemos de Ron Gilbert, a estas alturas de la historia? Por supuesto, parece el momento apropiado para que ambos conduzcan su propio proyecto y no se limiten a ser meros consultores. Los canales de distribución son más flexibles que hace unos años y compañías como Telltale han demostrado que lo que hace falta no es la tan cacareada evolución del género, sino mirar al origen del mismo: buenas historias, bien narradas; un diseño sólido, que cargue las tintas en el ingenio, en la creatividad de los autores; disponer de un presupuesto holgado, que permita acceder a los medios técnicos que requiere el público con menos fervor por el género, y también el devoto. Todo acompañado de una buena campaña promocional. ¿Qué es lo que nos ofrecen estos dos viejos pesos pesados de LucasArts? Hasta que no tengamos el juego en nuestras manos no podremos decir si aún recuerdan de qué iba todo esto. La última aventura que dirigió Schafer tiene ya 14 años. Y una sesión de brainstorming y un par de ideas en el reciente Tales of Monkey Island no son suficientes como para que olvidemos que la última grande de Gilbert se remonta a 1991. Tenemos, por supuesto, el ya citado ejemplo de Telltale con sus Dave Grossman y Michael Stemmle, y la noción de que quien tuvo retuvo. Pero también observamos con consternación los regresos de Hal Barwood y Noah Falstein (Mata Hari) o de Jane Jensen (Gray Matter), e incluso podríamos señalar las pretensiones de vuelta a las raíces de Bill Tiller con A Vampyre Story.
Así, hay una serie de preguntas que habrán de encontrar respuesta en este proyecto: si la financiación popular es suficiente y cómo se gestiona; qué pasa si el resultado no se adecúa a la expectativas, difíciles de anular en este caso concreto debido al crowdfunding; y, sobre todo, qué supondría un resultado lisa y llanamente malo. Todas ellas entrañan el gran riesgo de decepcionar al público que ha pagado por adelantado. La última, además, sería el varapalo definitivo al género tanto a nivel mediático como a nivel popular, por más potencial que tenga.
El revuelo está servido. La fecha de salida está prevista en un principio para octubre de este mismo año, y tanto público como medios afilan ya sus colmillos. Las publicaciones generalistas dedicadas al videojuego, y lo mismo se aplica al jugador medio con cierta memoria histórica e incluso a seguidores del género, saludarán con denuedo y nostalgia barata la vuelta a la arena de Schafer y Gilbert. Una gran esperanza blanca, como se apuntaba al comienzo de la noticia. El movimiento que está generando tan simple noticia es indicador de lo vacías que resultan las frases de las revistas que todos conocemos y que llevan años recitando una y otra vez. Ha bastado con una simple web y unas pocas horas para impactar con fuerza entre aquellos mismos que llevan una década larga enterrando a las aventuras gráficas. ¿En qué terminará esta campaña y qué supondrá, si llega a suponer algo, la aventura de Double Fine? Por lo comentado, nosotros nos andaremos con pies de plomo. Pero no podemos evitar que aflore una ligera sonrisa.
Actualización, 13 de marzo de 2012: La suma final recaudada asciende a casi tres millones y medio de dólares.