Madurez prematura
Título: New York Crimes (2012)
Desarrolladora: Pendulo Studios
Distribuidora: FX Interactive
Lanzamiento: 29 de marzo de 2012
Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador Pentium IV o superior a 3,2 GHz | 2 GB de RAM | 4,4 GB de espacio en disco | Tarjeta gráfica de 256 MB (Nvidia GeForce 6600, ATI Radeon X700, Intel X3000 o superiores) | Tarjeta de sonido compatible con DirectX 9.0c | DirectX 9.0c
# Publicado el por Javier Cadenas
Si la intención era que el resultado fuera chocante, lo han conseguido, pero a costa de que por momentos dé la impresión de que se nos escatiman piezas del argumento de manera caprichosa, de que el guión está incompleto, de que los vaivenes que marca el libreto se parecen más a bandazos que a derrapes voluntarios.
La principal característica que denota el ahorro es el narrador omnisciente, que sustituye las descripciones a viva voz por simples líneas de texto, aprovechando otra de las elecciones estéticas de Pendulo para New York Crimes: las viñetas de cómic. El abaratamiento del doblaje es así manifiesto, como meritoria es la intención del estudio de no reducir al mínimo la capa narrativa que las descripciones deben aportar. La supresión de texto para que el coste del doblaje no se dispare ha sido siempre una de las presiones que las editoras han ejercido sobre las desarrolladoras; encontrar un equilibrio entre rentabilidad y oportunidades de diseminar información crucial y pistas elegantes es una tarea complicada. Pendulo lo habría hecho de un modo loable si muchas de las descripciones no se limitaran a repetir lo que ya se ve en pantalla. Un error tan común en el género que llevó a Benoît Sokal a creerse que todas las aventuras eran así, a proclamar su tristemente famosa filosofía de «lo que ves es lo que hay» y a llevarla al extremo en sus Syberia. Pero remachar lo obvio con una línea de texto no ayuda a profundizar más en unos personajes y en una trama que ya se quedan peligrosamente cerca del bosquejo.
Lo que no es aceptable es que las viñetas le hayan servido a la compañía madrileña para camuflar la total parquedad de animaciones de unos personajes que, por cierto, siguen presentando problemas de aspecto: aunque en New York Crimes el diseño de los modelos es más congruente entre uno y otro, muchas veces no casan con los muy superiores escenarios. Los primeros planos presentan rostros hieráticos que desmerecen un buen trabajo de doblaje, en ocasiones más plano que en los últimos juegos de Pendulo. Apoyado en una expresividad facial apropiada (que hace aparición en alguna escena precisa, como la presentación de Albert, el recepcionista lascivo de hotel, o la del maestro ciego), hubiera potenciado mucho las situaciones más enfáticas. La técnica de cel shading de la desarrolladora ya no da más de sí: ese brillo plástico, esos colores planos, esa iluminación estática pasan factura al acabado de la aventura y sospechamos que a la propia apariencia de los modelos, lisa y llanamente fea.
New York Crimes también es penduliano en cuestiones de diseño, aplicando el adjetivo ahora de forma tibia: los puzzles son correctos, pero no ingeniosos; accesibles, pero demasiado. Desde el tercer Runaway, en Pendulo corrigieron errores comunes en sus aventuras (las combinaciones de objetos funcionan en ambos sentidos, no suele haber pixel hunting), pero introducen aquí alguno nuevo: un enigma requiere que el jugador sepa lo que es una escítala —y a lo mejor debería—, aunque el juego no aporta el dato; la solución de algunos enigmas es evidente, pero no lo es su objetivo —por ejemplo, en la sección de las montañas—. La interfaz crea alguna confusión en su intento de adaptarse a los dispositivos táctiles (en iPad saldrá sólo subtitulado al castellano, no lo edita FX) y, aunque desaparece en cuanto te acostumbras, hubiera sido deseable que a estas alturas no nos las viéramos con este tipo de torpezas. Hay destellos interesantes infrautilizados, como la capacidad del narrador de salir al paso y aportar explicaciones cuando te adelantas en la solución de un puzzle por casualidad o intuición, o como los distintos puntos de vista sobre los objetos del escenario y su utilidad que tienen los personajes principales y que sólo se da en el prólogo.
El gran problema de diseño de New York Crimes es que peca del mismo apresuramiento que con la narración y la construcción de los personajes. En su afán por intentar no meterse en excesivos berenjenales, Pendulo recurre a limitar tanto el número de escenarios en cada fase que la linealidad es evidente hasta sus últimas consecuencias. Y las fases son todas por completo estancas. No es que la linealidad sea negativa per se, es que se ha renunciado al más básico efecto placebo. Pero, para ser justos, nada de esto impide que el juego sea divertido, agradable de jugar. Lo que es bastante si tenemos en cuenta que los thrillers de tinte sobrenatural suelen ser plomizos.
Conclusión
New York Crimes es un cambio de rumbo valiente, interesante, bien planteado, con valores narrativos. Un thriller competente con un poso de humor mucho mejor medido que en anteriores títulos de Pendulo, con muchas buenas ideas pero muy desaprovechadas. Hubiera sido con diferencia el mejor juego de la compañía madrileña si el tiempo de desarrollo y el presupuesto hubieran estado a la par de la ambición que destila. No lo estuvieron y, aunque no toda la responsabilidad es de la propia Pendulo, el resultado es el que es: por recomendable que sea, que lo es, se queda a medias de casi todo.
Está por ver si, después de dieciocho años en esto, Pendulo seguirá dedicándose al desarrollo de aventuras gráficas en el futuro. Sería una desgracia que un equipo que si algo ha demostrado a lo largo de su ya dilatada carrera es que ama lo que hace se viera obligado a abandonarlo porque ya no le da para pagar las nóminas. Ahora están desarrollando Hidden Runaway, un pasatiempo de tipo «busca y encuentra» que en New York Crimes les merece un par de chistes. Aún no sabemos si viene a apoyar financieramente títulos de mayor envergadura o si es un experimento destinado a abrir nuevas y más rentables vías de ganarse el pan.
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