Dentro de una semana, FX Interactive pondrá a la venta la última aventura de Pendulo Studios, Yesterday, o New York Crimes en el mercado nacional. Tras tres entregas de Runaway y Hollywood Monsters 2, prueba de la progresiva madurez de la compañía española y de su dominio de sus propias claves, New York Crimes llega bajo la premisa de haber abandonado el tono humorístico que ha caracterizado los juegos de Pendulo Studios en favor de un marco estrictamente noir.

Coincide la salida de New York Crimes con el decimoctavo cumpleaños de la firma, mayoría de edad que se dejará notar en el planteamiento del juego: a salvo de la introducción puntual de determinados recursos cómicos, ofrece esta vez una experiencia de tipo thriller psicológico, combinando enigmas argumentales con giros de guión inesperados. Algo que no nos impedirá, sin embargo, identificar en New York Crimes los básicos de las aventuras del estudio; quienes aprecien la factura típica ya de la desarrolladora no se sentirán defraudados. El diseño gráfico de fondos y personajes está a la altura del de títulos previos, siguiendo las líneas maestras de las cualidades artísticas del estudio pero introduciendo cambios estéticos notables.

El prometido control de varios personajes se traduce finalmente en que en New York Crimes asumiremos, a excepción de en la fase introductoria, el rol de John Yesterday, un experto en ocultismo que busca recuperar su memoria tras haberla perdido en un accidente, algo que no se aleja de lo familiar. En su investigación descubrirá un oscuro pasado y se dará cuenta de que quienes le respaldan guardan dobles y morbosas intenciones. Estos giros argumentales, que en efecto tuercen la trama hasta dejar in extremis irreconocible su germen, acaecerán sin que el jugador intervenga para producirlos. Se deja, quizá por exigencias financieras o del calendario, que una narración externa en forma de vídeos con aspecto de tira cómica supla lo que de otro modo podría haberse positivado en fases de juego desarrolladas. Un guión que queda así cojo, salpicado con escasos diálogos que mantendremos con personajes aislados (la inmersión resulta, a este respecto, sólo hipotética), y cuya no linealidad no deja de ser un reclamo publicitario que se resuelve, de nuevo, mediante meras escenas de vídeo.

Llamado a convertirse en un éxito de ventas, New York Crimes hace uso de hábiles señuelos para garantizarse lo que a todas luces constituye el núcleo de su esencia: conseguir ser de una accesibilidad total para el jugador profano. No quiere ello decir que no vayamos a disfrutar de un producto de calidad, incluso superlativa en algún momento, que nos transportará a los años dorados del género, pero es menester advertir a los curtidos de que no se enfrentarán a ningún reto de calado a lo largo del corto juego. Combinados con puzles de objetos de confección impecable encontraremos, por desgracia, más de un acertijo enlatado cuya resolución es, en última instancia, aleatoria, pues cualquier acción conduce necesariamente hacia el progreso. Tenemos que hacer referencia a la secuencia del hotel, primera aparición del verdadero protagonista, que por su tempo nos puede recordar a clásicos consagrados del género: un ejemplo de que Pendulo cuenta con grandes talentos que, puestos al servicio de una causa más ambiciosa, podrían golpear con mucha más fuerza el panorama.

En esencia, y sin que dejemos de admitir las virtudes de New York Crimes (a las que cabe añadir una banda sonora que quizá sea la mejor de cuantas ambientan los juegos que ha desarrollado Pendulo), hemos de esperar un juego de contrastes, que evidencia las altas capacidades técnicas y artísticas de los madrileños pero en el que se nota o bien cierta precipitación (esperamos que bugs como la generación espontánea de objetos en el inventario, clásico de la compañía, se resuelvan en la versión final) o bien la intención clara de atraerse a un público cada vez más cerrado al esfuerzo intelectual que supone completar una aventura de las de antes. En este último sentido, diremos eso sí que como producto de introducción al género New York Crimes puede llegar a alcanzar la categoría de paradigma, condición que lo hace acreedor de nuestro respeto, ya que en cualquier caso estamos ante una verdadera aventura gráfica, que lejos (por fortuna) de reinventar el género asume sus postulados esenciales para proponer una experiencia asequible y bien presentada.

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