Si hay una saga policíaca por excelencia en el microcosmos de la aventura gráfica esa es Police Quest. Hoy llegamos a la ultima incursión de su hacedor Jim Walls y a la penúltima entrega de la serie, en la que Sonny Bonds, el agente de la ley que abrió la serie con su pugna contra el que se convertiría en archienemigo de la justicia, el Ángel de la Muerte, habrá de enfrentarse al varapalo más duro de su carrera y sin duda de su vida. En esta tercera y ultima parte de la que podríamos llamar “trilogía Bonds” Walls despliega todo su energía narrativa para contarnos y una historia de asesinatos en serie y violentas muertes rituales que azotan el idílico “american way of life” que Walls siempre ha defendido a ultranza. Sin olvidar los habituales clichés del subgénero, Police Quest: The Kindred, araña el techo al que puede aspirar una aventura de sus características, en la que las limitaciones modales que implica el ansia por realismo de su creador ha llegado a hacer en ocasiones seria mella a la jugabilidad.

Esta aventura gráfica, que puso fin a la estancia de James Walls en Yosemite, de donde se marchó, dicen las malas lenguas, por la puerta de atrás después de una importante gresca con Ken Williams, sirvió de punto de partida para emblemáticos diseñadores como Josh Mandel o Jane Jensen que participaron en roles en un principio secundarios, aunque ya se sabe que en la vieja Sierra On-Line, esa que parecía una comuna new age, eran muchos los trabajos no declarados y no era raro que aquellos que trabajaban escribiendo la documentación del juego aportasen un granito de arena en el resultado final del mismo. No olvidemos el caso de Mandel que fue “el hombre en la sombra” de la compañía durante mucho tiempo hasta que finalmente dio el paso de la mano de Al Lowe con Freddy Pharkas.

El vacío que dejó el conservador Walls no se llenó hasta 1993, año en el Daryl F. Gates, ex-jefe de policía de Los Angeles, se haría cargo del diseño y supervisión del cuarto episodio, protagonizado por otro personaje y ambientado en otro escenario más urbanita y decididamente menos idílico que la Lytton californiana. Pero de este añadido ya hablaremos mas adelante, por el momento no dejéis de leer este completo análisis que Carlos Jürschik ha escrito para vosotros.

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