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Aventuras de autor

Un repaso por algunos de los famosos escritores que han apostado por la aventura gráfica como medio narrativo y por las obras que salieron de su pluma

# José María Meléndez | 2

Aventuras de autor

Aventura atípica dentro del estilo de la compañía, The Dig fue en origen un esbozo de Steven Spielberg para un capítulo de Cuentos asombrosos. Spielberg pensó que sería más factible desplazar la idea, dados su desarrollo y su historia, al campo del videojuego (años más tarde pudimos ver en la pantalla grande Deep Impact, una producción del «Rey Midas de Hollywood» sospechosamente parecida). El proyecto fue encargado a Noah Falstein —escritor de Indiana Jones and the Fate of Atlantis—, que fue reemplazado meses más tarde por Brian Moriarty —Loom, Trinity, Wishbringer—, quien por fin estuvo alrededor de dos años dando forma a la trama. Pasó más tarde por las manos de Dave Grossman —Day of the Tentacle, Full Throttle—, para finalmente ir a parar a las de Sean Clark, colaborador habitual de la compañía en muchos de sus éxitos y artífice junto a Michael Stemmle de Sam & Max: Hit the Road.

Orson Scott Card
El sonriente Orson Scott Card es uno de los escritores dedicados a la ciencia-ficción más reputados del momento… Y, cómo no, también ha puesto su granito de arena en la aventura gráfica: nada menos que The Dig.

Orson Scott Card se encargó de poner en boca del comandante Boston Low y su tripulación casi todos los diálogos de la aventura. El resultado, quitando algún que otro comentario prescindible, fue magnífico y dotó a los personajes de una personalidad idónea para que transmitieran la desolación de su destino.

El merchandising del juego ofreció, al margen de la edición en CD de la soberbia banda sonora, una novelización de la historia a cargo de Alan Dean Foster, otro escritor de ciencia-ficción cuya obra es oscurecida por las numerosas adaptaciones literarias de películas (ahí tenemos las de Alien, una historia paralela de Star Wars, Dark Star…). Foster también cuenta en su currículo, por cierto, con la historia que sirvió para el guión de Star Trek: The Movie y una pequeña joya en forma de relato, El regalo de un hombre inútil, una original y conmovedora historia sobre un delincuente fugado que al estrellarse con su nave en un lejano planeta queda tetrapléjico y es considerado como un dios por una microscópica raza de seres. Toda una lectura obligatoria.

El revival de la ciencia ficción en los años sesenta tuvo como puntales a gurús de la talla de Brian W. Aldiss (La nave estelar), Arthur C. Clarke (Las fuentes del Paraíso), Isaac Asimov (Fundación), Robert A. Heinlein (Forastero en tierra extraña) o Harlan Ellison.

Ellison, ganador de un premio Hugo en 1966 por ¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-Tac, es recordado hoy como el escritor que introdujo el lenguaje obsceno en el género. Sus trabajos fuera de la literatura incluyen guiones para series tales como Más allá del límite o Star Trek. De hecho, Harlan Ellison es todo un carácter: arremete contra todo aquel que le considere un escritor de ciencia-ficción (odia el término: él prefiere «especulación científica» —o sea, lo mismo—) y sus improperios son conocidos por cualquier simpatizante de la sci-fi.

Uno de los mejores relatos del género, uno de los más adultos e inquietantes, lleva su firma: No tengo boca y debo gritar. Oscuro, tétrico y amenazante, cuenta la historia de un superordenador creado por los humanos que un día toma conciencia y decide acabar con ellos mediante una guerra mundial que borrará todo rastro de la humanidad de la faz de la Tierra. Tal vez al leer estas líneas hayáis tenido un ligero déjà vu; no en vano, los puntos de partida de películas como Terminator o Matrix coinciden sospechosamente con el relato de Ellison.

AM, como se autodenomina el ordenador («I think, therefore I AM»: pienso luego existo; un juego de palabras con su nombre original, Allied Mastercomputer), salva a cinco humanos y los mantiene presos e inmortales durante 109 años con el único fin de torturarlos en venganza contra la humanidad: AM es todo un dios de silicio, pero carece de movilidad y culpa a los humanos, sus creadores, de ello.

Harlan Ellison
El joven Harlan Ellison que fuma en pipa es uno de los artistas más inflexivos en el universo de la sci-fi de la última mitad del siglo pasado. En 1995 co-diseñó con David Mullich y David Sears I Have No Mouth, and I Must Scream, de Cyberdreams.

Cyberdreams, una compañía con unas ideas arrebatadoras sobre el papel pero desastrosas en su traslación al monitor, contactó con Ellison para realizar una versión computerizada de uno de sus relatos. Al igual que Douglas Adams, el escritor vio un enorme potencial en ello, ofreció No tengo boca y debo gritar y se integró completamente en el equipo de desarrollo hasta tal punto de que fue uno de los guionistas, diseñó alguno de los puzzles y dotó de su voz al superordenador AM.

A pesar de contar con una historia magnífica, un excelente arte conceptual y una destacable música (MIDI) ambiental compuesta por John Ottman, la aventura resultó muy… Cyberdreams. Es decir, tenía un diseño de puzzles totalmente desastroso y un desarrollo, aunque lineal, confuso. Sin embargo, resultó ser una de las aventuras más «jugables» de la compañía (comparada con Darkseed, esto es todo un piropo) y, de hecho, tiene algunas secuencias realmente interesantes, como las de Gorrister o Nimdok, dos de los protagonistas. De todos modos, haciendo la vista gorda a sus defectos I Have No Mouth, and I Must Scream es, en cierto modo, una aventura recomendable.

También multigalardonado e idolatrado dentro del mundillo sci-fi es el escritor estadounidense Roger Zelazny. Este polifacético literato de Ohio tocó no solo la ficción científica sino que además hizo incursiones importantes en el género fantástico e incluso en la poesía. Su palmarés es interminable e impresionante y, aun siendo un autor bastante desconocido por el gran público, su figura es imprescindible como referencia de las pasadas y nuevas generaciones de escritores de ciencia-ficción. Zelazny fue uno de los máximos exponentes de la citada nueva ola sesentera del género. Su peculiar estilo, que entremezclaba con accesibilidad y habilidad cosas tales como religión, mitología, fantasía y ciencia, dio como fruto cuatro premios Hugo y tres Nebula. De su fecunda imaginación salieron obras formidables de entre las que destacan Tú, el inmortal, una velada adaptación del mito de Gilgamesh que se desarrolla en una Tierra postapocalíptica arrasada por la radiactividad y poblada por mutantes con formas mitológicas, que es visitada como atracción turística por los veganos, una raza extraterrestre. El magnético protagonista, Conrad Nomikós, un terrícola inmortal otrora líder del frente de resistencia contra los alienígenas, debe recibir amistosamente al embajador de Vega para evitar una confrontación, al tiempo que averigua sus auténticas intenciones.

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