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Título: Jack The Ripper (2004)

Desarrolladora: Microïds, Galiléa

Distribuidora: Virgin Interactive Entertainment

Lanzamiento: 16 de Junio de 2004 (A la venta)

Especificaciones (mínimo recomendado):

# Publicado el por Paco García 1

Muchos detalles sugieren subtramas que enriquecerían una burrada el todo del juego y que pasan por delante de nuestras narices sin la oportunidad de profundizar más en ellas. Es por ejemplo el caso de nuestra incipiente relación con Abigail, que de la noche a la mañana nos trata como si la conociésemos de toda la vida, sin haber siquiera entablado una conversación que fuese más allá de nuestra investigación. Se obvian todo tipo de presentaciones formales e informales, se entra directamente al trapo, y a decir verdad los temas de charla que proponemos no se puede decir que despierten en nadie ninguna empatía, por eso resulta ridículo que la chiquilla en lugar de tratarnos como el periodista carroñero que se ceba en la desgracia ajena y que a todas luces se podría decir que somos, se muestre adorable, sin recelos, como si en algún momento nos hubiésemos interesado por ella por encima de lo estrictamente profesional. Cómo llegó a los Estados Unidos, al Low Side y porqué canta en garitos de mala enjundia, de donde viene y a donde va, todo ello habrá que imaginárselo. Por otro lado, Jimmy Palmer se ve involucrado de lleno en un caso donde la presión por parte de sus jefes, de la policía y del constante acecho del propio psicokiller debería ser difícilmente aguantable para cualquiera, pero él permanece tan impávido y amoral ante el asunto que da más la impresión de estar manipulando más a un protagonista hinchable que a un individuo con debilidades, temores y preocupaciones. Otro ejemplo: me llamó la atención cuando nuestro amigo y compañero de redacción, va por recomendación nuestra a ver el espectáculo de Abigail y una vez en el club, nos lo encontramos entusiasmado con su actuación... y con ella. Desde luego cualquiera podría haber colado sin la menor dificultad un triángulo amoroso a desarrollar paralelamente al bulbo de la aventura y que además daría más registros al desarrollo del relato. Pero no, la cosa se queda en una mera frase para llenar el hueco, a secas.

Aunque este tipo de cosas pueden parecer simples mariconaditas sin la menor importancia, son, ahí donde las veis, las que dotan a los personajes de humanidad, y unos personajes creíbles y bien trazados en aventuras de esta catadura son impagables. Fijaos en la saga Gabriel Knight y entenderéis lo que os digo. Pero en Jack The Ripper nos encontraremos una amalgama de protagonistas bastante sosainas ellos que, aunque en diferentes cotas, no se caracterizan por sobrepasar los límites del arquetipo con especial carisma.

No esperamos originalidad en el servicial ‘Paperboy’, un Wiggins venido a menos, en el borracho, que deambulando por la ciudad nos taladra de vez en cuando con perlas de filosofía de garrafón aprendida en la Universidad de la Calle y que parecen sacadas del ‘Manual del Pesimista’ o en la fulana del burdel que se nos está insinuando continuamente y a cuyos atractivos nos resistimos como quien dice ‘podemos ser amigos’. Quizá el personaje que más me llame la atención es el director del New York Today, viva imagen de la truculencia mediática, al que solo le importa la noticia y el beneficio que con ésta se obtenga, sin importarle en absoluto la gravedad de la misma, llegando incluso a asegurarnos frívolamente que el asesino ha sido un regalo del cielo para los tabloides de la metrópoli. Plasma con bastante acierto el papel que desempeñó el sensacionalismo en la auténtica historia del Destripador (que continuó dando cobertura al asunto durante mucho tiempo después de que se cesasen las victimas dando las más rocambolescas hipótesis), y lo que supuso para el amarillismo un tirón como éste. Desde luego no hubiese estado de más poder discutir sobre lo que es la ética con él, pero las conversaciones monotema hacen de nuevo un flaco favor a los matices y de nuevo despojan de interés a unos personajes y un argumento que cimienta su atractivo exclusivamente en la investigación, una investigación que por cierto se desenmaraña más por omisión que por reacción.

Hay que entender que cuando no se quieren dar más datos que los estrictamente necesarios para no saturar la pobre cabecita del jugador, es harto complicado hacer que este resuelva sus propias consideraciones en base a las pistas sugeridas. Como es costumbre en la escena del videojuego actual, ante tal aprieto se impone la ley del mínimo esfuerzo, que en esta ocasión consiste en darlo todo del modo más mascado posible de forma que el jugador no eche en falta nada más que lo que explícitamente se le va dando y nada menos que lo que más explícitamente aún se le va pidiendo. Un planteamiento asquerosamente anodino, ya, pero desgraciadamente imperante en nuestros días.

Para hacerlo aún menos complejo, el desarrollo de Jack The Ripper se ha querido hacer estrictamente lineal, y digo que se ha querido porque es un constante juego de descartes donde se podían haber escogido metodologías más abiertas: en lugar de proponernos varios caminos a elegir, se expone un sospechoso y cuando averiguamos que éste tenía una coartada, el torrente de nuestras averiguaciones nos arrastrará a otro que correrá la misma suerte y así hasta llegar al equívoco final del juego. Los hay reticentes y enigmáticos, y es a causa de ellos por los que a veces habremos de caminar sobre nuestros pasos para reconsiderar pormenores que antes nos han podido pasar por alto, pero siempre en el momento en que nos lo dicte la aventura. Aun así se mantiene cierta tensión y es por lo que el juego a estos efectos sigue siendo un juego, aunque mínimamente participativo. La narración mantiene una optima sensación de suspense y al menos (¡qué menos!) nos suscita cierto anhelo para saber qué y quién hay detrás de tanto asesinato.

Como ya habréis podido deducir los puzzles de Jack The Ripper son susceptiblemente más complicados que hacer la O con un canuto, pero ojo, tampoco mucho más. En un principio la cosa se reduce a moverse por la ciudad preguntando a la gente precisa sobre el tema adecuado que nos mostrará un nuevo horizonte, pasado el cual se encuentra el siguiente estrato de nuestra investigación. A veces se nos pondrán condiciones para acceder a las entrevistas, pero las incógnitas no serán especialmente difíciles de despejar: cuando solo hay dos personas con las que se nos permite hablar y una es quien nos pide el favor, ¿a cual de ellas recurriremos? Gran dilema. Más adelante iremos descubriendo enigmas con alguna gracia (como el de la comparación de las cartas del Destripador o el del mapa del tren) pero indefinibles por lo perogrullesco. Digamos que el juego es exageradamente fluido, se diría incluso que diarréicamente fluido, tanto, que una vez lo terminéis seguro que alguno se preguntará en qué demontre ha estado perdiendo el tiempo, ante tal cúmulo de simplezas...

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