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Algo raro está pasando

Título: Drácula 3: La senda del dragón (2008)

Desarrolladora: Kheops Studio

Distribuidora: 505 Games

Lanzamiento: 24 de julio de 2008

Especificaciones (mínimo recomendado):

# Publicado el por Gaspar Ruiz 4

Introducción

Ha sido la superstición popular, de la que ha bebido posteriormente la literatura, la que ha configurado el «mito del vampiro». Casi tan antiguo como la humanidad, surge de la creencia en las propiedades divinas de la sangre y del miedo ante el misterio de la muerte. No hay cultura que no posea sus propios «regresados»: desde los antiguos griegos, que escribían sobre las lamias y que festejaban las bacanales dionisíacas con vino —que para ellos representaba la sangre de los dioses—, pasando por Rusia y más concretamente por las regiones eslavas, todo pueblo ha tenido su propia visión del monstruo. Para unos, eran vrykolakas, para otros, upiers; en esencia se trataba de lo mismo: chupadores de sangre.

Dado que todos los mitos tienen visos de realidad, el origen del vampirismo se encuentra en las epidemias derivadas de la carestía que sacudían principalmente Europa Central, donde las leyendas son más sólidas. Ahora ya se conocen las explicaciones racionales y médicas al mito; no obstante, hubo un tiempo en que la certeza de una posesión diabólica se convirtió en la única versión válida.

Enumerar aquí la prolífica bibliografía que existe, casi desde la Edad Media, acerca del fenómeno sería descabellado, pues trascendería los propios márgenes de prefacio a nuestro análisis y desbordaría todo límite espacial. Nos detendremos, por lo tanto, en la actitud de la Iglesia respecto del vampirismo.

Como es natural, Roma combatió activamente la superstición. Siempre que pudo ejerció diversas formas de censura y coacción, intentando reducir el enorme impacto que el asunto tenía entre la población crédula. Hay diversas pruebas escritas de la virulencia con que la Iglesia se enfrentó a la superchería. Algunas de ellas pueden leerse en el Malleus Malleficarum (1469), de los siniestros Sprenger y Kramen. Si se menciona este libro es porque está considerado el manual por antonomasia del perfecto inquisidor, luego esta referencia es buen ejemplo del fanatismo con el que la jerarquía eclesiástica decide erradicar una creencia abiertamente pagana y herética.

Los habitantes de los burgos donde se testimoniaban apariciones vampíricas eran ayudados por sacerdotes locales, casi tan ignorantes como su propia congregación (en Drácula 3 incluso se refleja esta actividad en la figura del padre Gregoriu), lo que levantaba las iras del Estado Pontificio (el Vaticano es un invento mussoliniano que deriva del Pacto de Letrán de 1929). El Papa Benedicto XIV llegó a condenar esta práctica y a excomulgar a quienes, desde la Iglesia, la amparasen. Que un pontífice dedicase unas reflexiones al vampirismo en una de sus encíclicas demuestra hasta qué punto estaba extendida la superstición.

Ni siquiera el Siglo de las Luces, la llamada Ilustración, fue ajena a semejante locura colectiva. Fue en este periodo en el que empezó a estudiarse el vampirismo desde una óptica racional y desmitificadora. Entre las personalidades que dedicaron algunos pensamientos al tema figurarían los mismísimos Rosseau y Voltaire (e incluso nuestro padre Feijoo); sin embargo, más importante que ellos, aunque menos famoso, fue el abate Auguste Calmet, personaje de una vasta cultura que fue a los vampiros lo que el también clérigo (inglés) Sabine Baring-Gould a los hombres lobo. Calmet, famoso por su «algo raro está pasando», coletilla con la que reconocía de facto lo que la Iglesia se negaba a aceptar, hallaría respuestas racionales al mito, pero sacudiría las conciencias con el final abierto y ambiguo de su libro Disertación sobre los revinientes en cuerpo, los excomulgados, los upiros o vampiros, brucolacos, etc., donde no despejó los interrogantes sobre la existencia o no de los seres a los que alude.

François Marie Arouet, Voltaire, olvidaría toda la cortesía y gratitud debida a quien fuera su generoso benefactor cultural, arremetiendo con dureza contra el clérigo de Lorena. Para la posteridad dejaría escrito, en su tono de animadversión clerical: «Los verdaderos vampiros son los clérigos que comen a expensas tanto del rey como del pueblo».

Argumento

1920. Los rescoldos de la Gran Guerra se apagan en Europa y el Viejo Continente intenta restañar sus heridas fingiendo regresar a una situación de normalidad pre bélica. El mundo ya no es el que fue en 1914: los grandes Imperios han caído y una miríada de nuevos Estados obligan a volver a trazar fronteras en los mapas. Uno de los países que ha visto modificados sus límites es Rumanía, consiguiendo anexionar Transilvania, antes en la órbita de influencia húngara, región llena de supersticiones y miedos ancestrales. Rumanía es un país en formación necesitado de héroes que le doten de una identidad nacional: Martha Calugarul, destacada doctora en tiempos de guerra, puede ser uno de ellos.

Su muerte y posterior beatificación se ha convertido en una cuestión estratégica de vital importancia para el Vaticano, preocupado por el avance de la ortodoxia en Europa. El proceso puede suponer una oportunidad única, por lo que se exige una rápida y certera intervención.

Es por ello que Felicio Briganti, cardenal encargado del «caso Calugarul» no duda en encomendar la delicada tarea de ejercer de abogado del Diablo a Arno Moriani, joven y talentoso sacerdote perteneciente a la Sagrada Congregación de los Ritos: el padre Moriani deberá desplazarse a Vladoviste, localidad natal de la facultativa, donde a la sazón duerme su sueño eterno, con el fin de recabar pruebas que orienten la actuación final de la Iglesia en un sentido u otro.

Cuando llega a Vladoviste, el padre Moriani no tarda en comprobar las dificultades que el encargo vaticano arrastra. Cuanto más se interna en los entresijos del pueblo y de la vida sus habitantes, más se convence de que su labor en Vladoviste dista mucho de la del simple observador imparcial. Pues terribles hechos le harán tomar partido por una causa que ni remotamente había imaginado…

Comentario

La saga Drácula tiene ángel. No ya porque Drácula: Resurrección y secuela, El último santuario, fuesen de lejos lo más inspirado de las desarrolladoras France Telecom, Index + y Canal + Multimédia, sino porque, incluso con la franquicia en manos extrañas (Kheops Studio en labores de diseño), el tríptico es ya parte integrante del imaginario colectivo en lo que a aventuras seriadas se refiere.

Los antecesores a este Drácula 3: La Senda del dragón dejaron el listón bien alto, demostrando que una buena adaptación literaria no es incompatible con el género.

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Carátula de Drácula 3: La senda del dragón

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Tres estrellas y media

Drácula 3: La senda del dragón

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