Introducción

Cuando Telltale anunció el desarrollo de una serie de aventuras en formato episódico hace poco más de dos años, las reacciones de los fans de los personajes de Steve Purcell se dividieron entre los que confiaban en las posibilidades del proyecto y entre los que no apostaban un duro por él a tenor de los resultados de ese conato de saga aventurera llamada Bone que salió de sus oficinas.

Tenemos que reconocer que nuestra opinión, como la de la gran mayoría de los jugadores de la época, se decantaba más hacia el segundo grupo y es justo, llegados a este punto, admitir nuestra equivocación inicial habiendo probado los más que notables resultados de las seis primeras entregas, de las que sólo podemos lamentar el hecho de que ninguna distribuidora se haya dignado, por el momento, a traérnoslas en un pack al contrario de lo que sí está ocurriendo en otros países como Alemania (donde incluso las publicitan en las estaciones de tren, como pudimos comprobar en nuestro viaje a la Games Convention de Leipzig).

Es, pues, toda una alegría saber que a los chicos de Telltale les ha salido bien la jugada; y más alegría todavía nos da tener en nuestras manos (en sentido figurado, porque continúa siendo un descargable que instalamos en el ordenador) la primera entrega de la segunda temporada de los policías freelance, con algunas mejoras que os pasamos a comentar, no sin antes detallaros el argumento.

Argumento

Sam y Max se aburren en la oficina. No importa que hace escasos días salvaran al mundo, destruyeran Internet e incluso invistieran presidente de Estados Unidos al conejo (cargo que aún ostenta sin demasiadas obligaciones): hay que aprovechar el tiempo, y hacer el tonto entre los dos un rato mientras no tienen ningún cometido de urgencia siempre les anima.

Inesperadamente, un rayo láser atraviesa la ventana de la habitación derribando la pared sin molestar demasiado al vecino, que parece estar concentrado en atizar a alguien. ¿De quién se trata esta vez? ¿Quién quiere acabar con los policías y, a tenor de los ruidos que provienen de la calle, también con el barrio entero? Pues tiene toda la pinta de ser un robot gigante, al que nuestros buenos amigos no tardarán en dar su merecido. Pero bajo ese enorme montón de metal y circuitos ha de esconderse alguien más, el verdadero artífice de tamaña destrucción, y una pegatina en la base de la enorme estructura revela su identidad: ¡Santa Claus!

Así pues, los valientes héroes deberán viajar al polo norte, a la factoría de juguetes de Papá Noel, que se halla enloquecido y atrincherado en su habitación. Todo parece indicar que se trata de un caso de posesión demoníaca, lo que no les deja más remedio que hacer las veces de exorcistas, salvar a Santa Claus, a sus pequeños duendecillos ¡e incluso a ellos mismos en el futuro! Una auténtica locura que demuestra que a Telltale aún no se les han acabado las pilas.

Comentario

Ya hemos descrito meticulosamente, en cada capítulo de la franquicia, los elementos que hacen que cada episodio sea tan entretenido: un buen diseño de los enigmas, un argumento absurdo pero siempre bien aprovechado para sacar punta a las más diversas temáticas que fácilmente se presten a ello, avispados diálogos que generan chistes bastante ocurrentes sin dar respiro alguno a los personajes, unos gráficos tridimensionales a la altura, etcétera.

¿Hay entonces alguna novedad destacable respecto a la temporada anterior? Pues sí, pero menores. Una de ellas es que por fin el personaje de Sam se digna a correr cuando hacemos doble click en el escenario. Tampoco es que éstos fuesen tan grandes como para exigir esta nueva prestación, y de hecho la funcionalidad de la misma no está demasiado pulida, puesto que hay momentos en los que inexplicablemente el personaje no responde a nuestra orden, pero nada grave.

Otra novedad es que podemos tunear el coche de los policías. Y tonterías a parte, es menester apuntar también que han incluido, al menos en este primer capítulo, más minijuegos de lo que habría sido deseable. Pueriles peleas de boxeo, atropellamiento de muñecos por la carretera… nada que se nos atragante demasiado, e incluso casi llegan a convencernos de que la inclusión de este tipo de retos nos hacen digerir con mayor facilidad el resto del delicioso entramado de puzles clásicos que les continúan.

Novedades aparte, lo verdaderamente importante de este Ice Station Santa es que sigue siendo tan fresco (o incluso más) y divertido como las tres últimas entregas —las mejores— de la temporada anterior. Y encima es un poco más largo en extensión, planteándonos la aventura al clásico estilo de Dave Grossman (el hombre que parece influir más en las decisiones conceptuales de los juegos de Telltale, pues no fue hasta su llegada a la compañía cuando sus títulos empezaron a adquirir cierta valía): una introducción lineal que nos lleva a la parte abierta del juego en la que se nos abren varias cadenas de puzles. Finalizadas éstas, y en contra de lo que podría esperarse de un formato episódico no especialmente pródigo en duración, para nuestra sorpresa se abren tres nuevos segmentos no lineales, que desembocan en un final de puzle rápido, lo que dota al tercer acto de la emoción necesaria para quedarnos con un buen recuerdo de la experiencia, tal y como hacían casi todos los clásicos de LucasArts, como Grim Fandango, The Dig o los propios Monkey Island.

Telltale recurre una vez más a los personajes de entregas anteriores. Así pues, nos reencontraremos con Bosco, el vendedor chiflado; Sybil, la chica de los mil y un trabajos ahora felizmente enamorada de la cabeza de Abraham Lincoln; el útil escarabajo capaz de imitar las voces de los demás; la rata de nuestra oficina, esta vez al borde del suicidio; y los repelentes Soda Poppers, que no pintan demasiado en este capítulo, pero que, bueno, ahí están. Ninguno de ellos, con excepción de Bosco y los COPS (un sórdido grupo de ordenadores y máquinas desfasadas), es especialmente carismático, y en esta entrega, como en las anteriores, estaremos más pendientes de lo que la pareja policíaca tiene que decirles que al revés, si bien al final acaban resultando simpáticos, más por la acumulación de barbaridades que les hemos ido haciendo a lo largo de la serie que por otra cosa. Los nuevos fichajes tampoco son especialmente brillantes: Stinky, la camarera mentirosa, tiene una personalidad que ya ha quedado definida en esta línea, y también aparece Flint, el violento vecino de los policías, quien quizá pueda dar más juego en las próximas entregas, dado que en ésta su aparición se reduce a un simple cameo.

Técnicamente el juego sigue estando tan mimado como siempre. Los escenarios antiguos han sido modificados para ilustrar la destrucción del robot que arremete contra el vecindario, mientras que los nuevos fondos, la mayoría oscuros y nevados (no en vano, iremos al polo norte), dan en el clavo con la estética de la franquicia, recreando un ambiente que mezcla lo naif con lo oscuro «timburtonesco» con más que correctos resultados, a lo que ayuda muchísimo el score de Jared Emerson-Johnson, capaz de empaquetar en un mismo juego temas navideños con halos fantasmagóricos y piezas de jazz, al mismo tiempo que versiona el tema del Sam & Max original para los créditos y deja su huella de caspa interpretando la canción del demonio amistoso. Qué fenómeno.

Las animaciones siguen siendo uno de los mayores atractivos del juego, junto a la presentación cinematográfica del mismo. Planos desde el ángulo más adecuado para la situación dan pie a multitud de muecas y gestos de los personajes, humor slapstick inclusive, todo ello tan dinámico que justifica de sobra el formato tridimensional de todo el conjunto, teniendo en cuenta que además la cámara siempre será un aliado del jugador y no un impedimento para encontrar los objetos y hotspots necesarios para resolver los puzles.

Conclusión

Sam y Max vuelven a lo grande, aunque suene contradictorio con el formato episódico, que en contra de lo que podíamos esperar hace un par de años les viene francamente bien. Cada mes nos entretienen con una nueva entrega de calidad, y ésta no se queda a la zaga.

Con la primera temporada en el mercado recaudando buenos resultados podemos confiar en que no nos dejarán colgados con la segunda, y lo único que lamentamos es que todavía no se encuentren traducidas a nuestro idioma, cosa que sin duda echará para atrás a más de uno en vista de que el nivel de inglés necesario para entender todos los chistes es bastante elevado, aunque los subtítulos nos lo pongan más fácil.

En definitiva, otro capítulo casi redondo, merecedor de otro notable.

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