Introducción

Hace unos años, pudimos dar la agradable noticia de que parte de la bibliografía de la escritora más popular de novelas detectivescas, Agatha Christie, iba a ser adaptada al único género de videojuegos capaz de darle cobijo: la aventura gráfica. Tras este movimiento de licencias estaba la por entonces emergente The Adventure Company. Y con la difícil labor de realizar la adaptación, un veterano no demasiado conocido, Lee Sheldon, capitaneando al equipo de desarrollo de Awe Games, cuya única aportación aventurera, hasta entonces, se limitaba a un juego de Bob Esponja.

Sheldon demostró su talento con la pluma en la que fue la primera de un presumible total de cinco traslaciones de varias novelas de Agatha Christie. Y No Quedó Ninguno (más conocida como Diez Negritos), se convirtió, no obstante, en un desastre jugable con unas trabajadas líneas de diálogo. Le salvaron de la quema un ritmo narrativo muy notable (en contraste con una sucesión de puzzles y enigmas vergonzosamente arrítmicos y ortopédicos), una ambientación sublime y un diseño de personajes bastante plausible, así como cierto respeto por la obra original, y algo de maña a la hora de alejarse de ella lo suficiente para el disfrute de los seguidores de la Christie.

Con la llegada de este Orient Express, teniendo en cuenta que repite el mismo equipo del título anterior, nos mostrábamos algo escépticos, aún con la esperanza de que Sheldon y sus chicos sacasen conclusiones del feedback que a buen seguro les habrá llegado si se han dignado a leer cualquier página que comente su primer trabajo para TAC.

¿Habrá sido así? Y, en ese caso, ¿habrán hecho algo para remediar sus muchos defectos?

Argumento

Somos la responsable contratada por la compañía ferroviaria para que los pasajeros del lujoso Orient Express tengan todas sus necesidades cubiertas a lo largo del viaje por centroeuropa. Repentinamente, mientras el tren atraviesa Yugoslavia, una avalancha de nieve bloquea las vías y el Orient se detiene en seco. Y por si fuera poco, un adinerado y misterioso hombre, que previamente ha solicitado en vano los servicios de Poirot, muere asesinado en su camarote.

Como representante de la compañía y como aficionada a la criminología, nuestra heroína deberá resolver el intrincado caso con la ayuda del malherido detective belga. La cosa se complica más cuando descubrimos que la muerte está relacionada con otra muy anterior, y ésta, a su vez, con todos los pasajeros a bordo.

Comentario

Para ilustrar el desánimo que produce jugar a las primeras pantallas de lo que en un principio se antoja como una interesante aventura de investigación, no hay mejor manera de hacerlo que explicando cómo comienza el juego. Empezamos en Turquía, al lado de la estación de la que en breves momentos partirá el Orient Express. Nuestra protagonista tiene órdenes de establecer contacto con su admirado detective Hercules Poirot, y ahí lo tiene, delante suyo. Llamamos su atención, pero lejos de hacernos el más mínimo caso, éste se adentra por las calles del mercado. Hasta ahí todo bien. Nos deleitamos con el buen diseño de los escenarios, y con un correcto modelado de unos personajes tridimensionales, pero ¡alto! No podemos avanzar. ¿Por qué? Pues porque dos individuos nos cortan el paso. ¿Matones? No, transeúntes, tal vez mercaderes, que discuten sobre qué cuchillo es mejor. Les damos nuestra opinión y nos dejan pasar. Hasta ahí, aceptable. Pues bien, inmediatamente salen otros dos, pidiéndonos algo relacionado con la cerámica, y luego una señora que nos pide que le busquemos un paraguas. ¿Pero qué es esto? Puzzles descontextualizados y evidentemente de relleno que no sólo no tienen nada que ver con el desarrollo argumental, sino que cortan el ritmo de la narración. Pues de esos el juego tiene unos cuantos.

Ese chasco podría aguantarse si la otra parte jugable compensase, pero es que Asesinato en el Orient Express tiene, a partir de ese momento, dos tipos de puzzles. El primero de ellos consiste en arreglar cacharros o construir utensilios (bien estén directamente relacionados con la investigación, o no) sin ningún tipo de pista. Esto es, básicamente, desmontar objetos casi aleatorios para conseguir varios objetos más (hasta llenar cuatro páginas de inventario, que se dice pronto), o unir dos o más de estos objetos para crear uno nuevo. Por supuesto, sin ninguna pista que nos oriente sobre cuál de las veintenas de ítems utilizar, ni advirtiéndonos de si vamos bien o no, de si nos falta o nos sobra algún objeto en nuestra mezcla. Nada. Tienes que iluminarte, elegir tres o cuatro cosas de tu inventario y combinarlas todas juntas para conseguir, entre otras maravillas, una palanca para emitir en código Morse por la radio. Por supuesto, sin tener ni idea sobre ese método de comunicación, y aprendiéndolo con un libro que nos permite tener extensas conversaciones. Explicar cómo se consigue que la radio tenga energía ya sería destripar demasiado, así que basta decir que va por el mismo camino.

Como decíamos, hay dos tipos de puzzles en el juego. El primero sería la chapuza incongruente que hemos comentado, y el segundo es el que me he tomado la molestia de denominar como “paseos por el tren”. Esto consiste en ir de una punta al a otra del tren, entrando en cada habitación y hablando con cada personaje una y otra vez, para ver si tienen algo nuevo que decir, o para comprobar si se ha materializado por arte de magia un nuevo objeto en algún compartimiento.

Básicamente, la parte jugable es esto.

Por otro lado, tenemos la parte narrativa, y ésta, al igual que ocurría en Y No Quedó Ninguno, está mucho más trabajada. Los diálogos están muy bien escritos, pero al contrario que en el juego previo a éste, la personalidad de los personajes está peor definida. Casi todos se mantienen rígidos en sus puestos, y pocos son los que se desplazan en el tren o interactúan entre sí, pareciendo peleles dispuestos a ser avasallados a preguntas por parte de una protagonista bajo las órdenes de Poirot, quien por cierto se encuentra en cama por un esguince, razón por la cual releva la investigación de campo, aunque sigue siendo el principal pensador y teorizador del tándem, y si bien sus frases (así como la forma de interpretarlas por parte de David Suchet) son de lo mejor del juego, de poco o nada nos sirve su ayuda a la hora de la verdad, a parte de para tener constancia de nuestros objetivos generales en cada capítulo.

El juego se nos presenta con unos gráficos ligeramente mejorados respecto al primero de la serie de Agatha Christie, con varias expresiones faciales (las justas) para exponer la actitud de los personajes, unos fondos quizá algo exentos de detalle pero que gozan de una calidad más que suficiente (aunque también resulten algo repetitivos), y pocas animaciones en tiempo real. Las pre-renderizadas, por otra parte, no están todo lo trabajadas que cabría esperar, pero este nimio defecto acaba pasando desapercibido para todo aventurero que se precie y tenga constancia de la categoría de un producto que dista bastante de ser un triple A, como es el caso.

La música, de nuevo, escasea durante casi todo el transcurso de la aventura, pero hace acto de presencia, y con honores, tanto en la pieza que acompaña el inicio del juego, como en las situaciones de tensión y, finalmente, en la resolución del caso y el breve epílogo que cierra la sesión, dotando de un sentimentalismo a las imágenes que casi parece que intentan convencerte de que lo que has jugado ha sido algo épico.

Conclusión

Enlazando con la última sentencia del comentario, no nos engañemos; estamos ante un juego bastante corto (aunque muchas veces sea practicamente imprescindible una buena ayuda externa, ya que de lo contrario podría durar lustros), mal planteado, mal diseñado, carente de ritmo y bastante plomizo. No anima precisamente a continuar con tus pesquisas una vez lo has apartado durante unos días, aunque está lo suficientemente bien escrito, y su solución final resulta bastante gratificante.

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