Introducción

Tras un primer episodio que casi era una sitcom hecha aventura gráfica y un segundo episodio con algo más de ambición pero con una visión que nunca se salía de lo nerd, freak o como se quiera llamar, Telltale y los hermanos Chapman sacaron la entrega seguramente más desternillante, y sin duda alguna la más corrosiva y difícil de todas. Baddest of the Bands, al igual que el resto de los juegos de la saga, no deja de ser un homenaje tierno a todas las fantasías infantiles que no se quieren abandonar cuando se pasa a la edad adulta (los videojuegos, los luchadores mexicanos, el cómic, lo único y maravilloso que parece cada elemento de un patio de juegos, la búsqueda de tesoros…), pero a la vez es una sátira gloriosa a algo que necesitaba ser objeto de burla: los festivales de música.

Argumento

A todos nos ha pasado, y no por ello deja de ser terrorífico: Strong Bad está jugando feliz a su nuevo matamarcianos cuando, poco a poco, los gráficos se corrompen, el sonido se quiebra y, finalmente, el juego se bloquea mientras la consola echa humo. Tragedia. No tiene otro remedio que enviar la máquina a reparar, pagando lo que haga falta.

Por desgracia, el presupuesto de la reparación resulta ser enormemente elevado. No le queda otra que organizar un pelotazo con el que ganar dinero fácil. Y ¿por qué no un concurso de bandas donde sobreviva la mejor patrocinado por un grupo de los ochenta caído en desgracia?

Comentario

Aunque aquí todos estemos por nuestra afición a los videojuegos, es de suponer que la mayor parte de nosotros estará al tanto de la actualidad del panorama musical, de las giras, de los conciertos y de los festivales. De los revivals absurdos, de los grupos franquicia que vuelven con todos los miembros distintos menos uno o dos, de aquella burbuja de festivales española que estalló en 2008, de cómo el mundo musical ha pasado de la ilusión a la modernidad a la industria comercial y de nuevo de vuelta a los conceptos anteriores, mezclándose de forma confusa y fascinante, convirtiendo esa afición en una mezcla entre disfrute y conciencia de que te están tomando el pelo. O no. Bien, todos esos conceptos los resume de maravilla este episodio de Strong Bad's Cool Game for Attractive People, utilizando gags evidentes y gags menos evidentes.

Lo mejor es lo completo que es el objeto de las tiernas puñaladas de los hermanos Chapman hacia el tema central, algo que no se volvió a repetir en ninguno de los episodios, con lo que se supone que los Chapman conocen bien estos ambientes. Como ejemplos, unas cuantas de sus joyas. Strong Sad quiere ser un periodista joven prodigio que pueda ver la esencia del rock, convirtiéndose en una burla mordaz de los aspirantes del Cameron Crowe de Casi famosos, si bien por avatares del destino acabará siendo un triste encargado de la seguridad (gente que quiere estar cerca de los artistas y acaban sirviendo copas o llevando walkie-talkies en festivales: basado en hechos reales). Por otro lado, en todo el vecindario hay varias bandas: el hype del momento, que es un rapero con ínfulas —Coach Z, por supuesto: ¿cómo no va a ser rapero si es deportista y lleva la gorra del revés?— al que acompaña a los platos Bubs, con resultados espeluznantes; Marzipan que, como no podría ser de otra forma, cumple el cupo de cantautora feminista ecologista enfadada con el mundo y que quiere ser adorada por el público por sus enfados y mohínes; y el grupo liderado, en un principio, por Strong Bad, que acabará dando un bolazo de puro noise rock —aplaudido por todos los amigos y vecinos de Strong Bad, ahora reconvertidos en lo más enterado y moderno— tras superar unos cuantos puzzles. Mientras tanto, los supuestos jueces, el grupo inequívocamente ochentero de rock duro, que ni siquiera aparecen y que dejan un cartón en forma de fachada con sus caras y unas webcams instaladas para ver el concurso —¡metáfora, metáfora!—, deben elegir el mejor de los tres patéticos grupos.

Si eso no es una auténtica puñalada al negocio musical, apaga y vámonos. Lo más genial de esta entrega no sólo es que todos los gags sean divertidos, sino que aquí el ritmo de los puzzles, de los cambios de historia, cómo los golpes de efecto van siendo cada vez más divertidos, los puzzles que, al más puro estilo Day of the Tentacle, tienen un chiste físico enorme y creciente cada vez que se acercan a la resolución (el final, con The King of Town jaleado por las masas en pleno crowdsurfing, es de levantarse y aplaudir), todo, está al nivel de lo que se cuenta. Es posible que haya ciertos problemas de pixel hunting, es posible que el tema que muestran sea más familiar. Son posibles muchas cosas que pueden discutir el entusiasmo que inspira esta tercera entrega a quien conecta con ella, y que hacen que los «logros» particulares de la saga, por lo oscuro de alguna de las resoluciones, no lo parezcan tanto. Pero lo que es muy probable es que Baddest of the Bands sea la mejor de todas las entregas; que todos los elementos se conjuntan a la maravilla y que los juegos de Strong Bad's Cool Game for Attractive People mejoran enormemente cuando los temas de los que tratan son conocidos para el jugador.

Conclusión

Con una progresión envidiable, Strong Bad's Cool Game for Attractive People fue girando de las extravagancias llenas de chistes privados para los seguidores de la serie Homestar Runner hacia una sátira más global, incisiva e inteligente sobre la cultura de consumo. Baddest of the Bands consigue ser la puñalada más certera que necesitaba un negocio musical cada vez más artificial y falso, donde se vende una mística de la que el receptor sólo puede participar en un ataque de histeria colectiva. Y además contiene el mejor diseño y el mejor desarrollo de todos los episodios. Bravo por los Chapman y por Mike Stemmle: aquí está una de las cimas de Telltale, y la que más hace falta reivindicar de todas ellas.

Página 1 de 1

Imágenes relacionadas

Más imágenes