Esta vez viene con su padre
Título: Indiana Jones y la Última Cruzada (1989)
Desarrolladora: LucasArts
Distribuidora: Erbe Software
Lanzamiento: 1989
Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador 86 | 384 KB de RAM | 4 MB de espacio en disco | Tarjeta de vídeo CGA | Tarjeta de sonido AdLib
# Publicado el por Carlos Jürschik
Introducción
Como muchos estudiosos del lugar sabrán, Indiana Jones y la Última Cruzada fue un título casi de transición de LucasArts (entonces LucasFilm Games) hacia la fórmula que tan buenos resultados les dio en las aventuras gráficas de los noventa. Fue también uno de los primeros ejemplos de spin-off de una licencia: partiendo del argumento de la película, desde LucasArts quisieron narrar una versión derivada de lo que ya habíamos visto, pero obligando a los jugadores a que usaran la cabeza; es decir: daba igual que conociéramos los derroteros de la historia, porque lo significativo del juego era disfrutar del propio juego, más que intrigarse por todo el asunto del Santo Grial.
Es, por tanto, un título importante, en particular por su contexto histórico. Lo divertido es preguntarse si es ese su único valor o si, además, se sostiene por sí solo.
Argumento
Tras cumplir su sueño de juventud, recuperar por fin la Cruz de Coronado para colocarla en el museo en el que debía estar, el afamado profesor y a ratos aventurero Indiana Jones es llevado ante Walter Donovan, un excéntrico y millonario coleccionista arqueológico. Donovan le ofrece mecenazgo y le pide que sustituya a otro especialista, en paradero desconocido, que emprendió la búsqueda de la más preciada reliquia perdida de la cristiandad: el cáliz del que Jesucristo bebió junto a sus apóstoles en su última cena, antes de ser crucificado.
Aparte de su valor como objeto histórico, a tan magnífica copa se le atribuyen poderes curativos; se dice incluso que todo el que beba de ella tendrá el don de la inmortalidad. Jones se niega en un primer momento, porque esa no es ni ha sido nunca su lucha, sino más bien la de su padre, el también estudioso Henry Jones. Así pues, le aconseja a su acaudalado anfitrión que le proponga el trabajo a él. Por desgracia, ya es demasiado tarde: Henry Jones es el especialista desaparecido.
Comentario
Con un envoltorio que usaba primero los exiguos 16 colores de la paleta EGA y en una reedición posterior los 256 de la VGA, Indiana Jones y la Última Cruzada refleja con fidelidad y detalle la escenografía de la película. La estridencia visual de la edición EGA no se presta tanto a una aventura con un aspecto más estilizado que el de algunas coetáneas, pero los grafistas de LucasArts sabían cómo se juega con los contrastes de color. Claro que la reedición VGA mantiene el contraste con una paleta más agradecida para virguerías, y permite un brillante lavado de cara de algunos fondos. La versión FM Towns (también VGA) es un portento que amplía la banda sonora, que se limitaba a momentos puntuales, con música de la película en Audio CD.
No sólo se respeta la personalidad de los personajes de Harrison Ford y Sean Connery, es que se mantienen, con los cambios apropiados, casi todas las escenas importantes en las que huían de nazis, se enfrentaban a tradiciones bíblicas o discutían. Sí se eliminan la participación de Sallah o de la Hermandad del Grial, y determinados momentos de acción que era imposible adaptar, aunque en su lugar aparecen escenas nuevas, que fueron descartadas de la versión cinematográfica y que se amoldan mejor al formato videojuego. La traslación casi exacta de la trama hace que el juego sea principalmente lineal: una serie de escenarios donde hay varios objetivos, donde casi te llevan de la mano de un lado a otro. Es en las variaciones del original, en las licencias que se toman para dar pie a puzzles, donde esa linealidad se convierte en soluciones múltiples. Lo más interesante es que pueden modificar las situaciones de la película sin cambiar las consecuencias: es La Última Cruzada convertida en videojuego, pero sigue siendo La Última Cruzada.
Hay pixel hunting irritante. Hay laberintos. Hay muertes excesivas. Hay secuencias arcade. Y hay mucho de todo ello. Aunque si miramos la aventura de esa forma, corremos el riesgo de obviar su gran virtud: el tremendo sentido cinematográfico que tiene. Porque el juego narra, no para de narrar, pero es el jugador el que siempre está en el centro de la narración. No hay pantallas: hay secuencias. No son escenas arcade: son montajes de persecución. Todo bastante bien enfocado, para que sea atractivo y no desespere al jugador (casi nunca: en ocasiones le exige mucha paciencia).
Los puzzles y las secuencias arcade están mezclados de forma sabia, tanto que las soluciones alternativas pasan por ser más o menos ingeniosas, algo que el juego premia, o por utilizar la fuerza. Un ejemplo concreto, evitando destripes: la parte más complicada de la aventura transcurre en el castillo de Brunwald. Hay muchos guardias, y al entrar la perspectiva adopta una vista de pájaro desde la que se recorren los pasillos para entrar en distintos habitáculos. Existen dos formas de proceder: el sigilo, y correr cuando sea necesario, o enfrentarse a los guardias. En la última, cada guardia comenzará una conversación. Si se lleva por el buen camino, o se recurre al objeto adecuado, el guardia no volverá a molestar; si no, hay que vencerle en una pelea a puñetazos (una mecánica que se repite mucho durante el juego y que conviene dominar). Claro, según se va tumbando guardias, los que quedan se ponen cada vez más paranoicos. No sólo eso: según la vestimenta de Indy, que puede llevar varios trajes, la conversación varía. Todo mientras se contemplan los cuadros de la aristocracia alemana decadente, se admiran aquellos finos tapices de la película o se buscan pistas, teniendo en cuenta que para sortear a determinados personajes hay que resolver puzzles concretos.
Justo esa es la genialidad en el diseño de este juego. En ningún otro las secuencias arcade, las contrarreloj y las muertes gratuitas se han implementado de manera tan eficaz, de tal forma que no necesariamente te sacan de la historia, porque no dejas de vivirla. Los diálogos son chispeantes y divertidos, las situaciones y los escenarios no paran de cambiar, existe incluso la motivación para probar distintas vías de resolución de los enigmas. Lo que le aporta una riqueza impresionante.
Indiana Jones y la Última Cruzada sólo yerra al no encontrar el equilibrio preciso en ese cóctel. Y al introducir puzzles que, con perdón, son precursores de los de Myst. Mirar un libro, descifrar pistas ocultas en largos textos, pulsar los botones en el orden adecuado o resolver puzzles deslizantes. El tedio se potencia cuando alguno alguno depende del manual, sobre todo hacia el final, algo que resulta bastante molesto por mucho que sea un maravilloso facsímile del diario de Henry Jones diseñado especialmente para la aventura.
Conclusión
Casi todas las aventuras de LucasArts han sido ascendidas al Olimpo: criticar cualquiera de ellas es complicado, sacarles faltas rozar la herejía. Indiana Jones y la Última Cruzada las tiene: errores de bulto como el pixel hunting recurrente, un excesivo desequilibrio entre el puzzle de ingenio y las secuencias arcade, el siempre peliagudo laberinto, enigmas tipo Myst. Pero es un juego fluido, que va al grano y que resulta tremendamente divertido. El sentido aventurero, en su variante cinematográfica, está reflejado a la perfección, y si uno avanza por la historia es porque todo lo que se le va mostrando —aunque lo conozca por la película— es interesante y nunca deja de serlo. Recorrer catacumbas venecianas, viajar en zepelín, pilotar biplanos, descubrir conspiraciones milenarias relacionadas con los templarios y el Santo Grial —antes de que fuera un tema trillado, Indiana Jones ya lo cultivó con más éxito que los que lo siguieron— y correr perseguido por los nazis, acudiendo de paso a las multitudes de Nuremberg para conseguir un autógrafo del gran jefe nazi, es muy, muy divertido.
Indiana Jones y la Última Cruzada es, también, una lección de historia del género: tiene los ingredientes de todo lo que estaba por venir. Ocurre con ella en su medio lo mismo que con Cortina rasgada en el cine, por poner un ejemplo: vale, no es una de las obras maestras de Hitchcock, pero verla sigue siendo una gozada.
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