Por no mencionar las perspectivas, que por bondad vamos a considerar elección artística.

Las voces, es curioso, no cubren la totalidad del texto, seguramente por cambios a última hora de diálogos y descripciones. Lo que más llama la atención es cierto apresuramiento, a veces bien maquillado, que deja a personajes en principio importantes descolgados a mitad de la trama, en agujeros de guión que hasta ahora no se habían visto en las aventuras de Gilbert. Pero, de nuevo, su capacidad para narrar lo suple todo. Las entrevistas se convierten en diálogos, la observación siempre da detalles de la mente de la protagonista, y algo tan previsible como toda la parte final se convierte en casi emocionante por lo bien que lo trata.

Pese a que no es una aventura demasiado larga, sí hay bastante variedad en sus puzzles. Aparte de los conocidos de observación, diálogos, y algún «embudo» que obliga a hablar con todos los personajes, hay un interfaz de magia que recuerda un poco a los puzzles del magnífico Death Gate. No existe el concepto de pixel-hunting, y el sistema de pistas nunca penaliza al mirarlo. Y aquí entramos en el concepto más preocupante de Emerald City Confidential.

Es estupendo que el éxito de los juegos independientes haya cogido espacio al mainstream, compartiendo lugar no en estanterías, pero sí en plataformas tipo Steam, y también es estupendo que, gracias al empuje de Nintendo, los juegos para todos los públicos (lo casual) y los puzzles se hayan recuperado. Lo que no es tan estupendo es que, de nuevo, nos estemos encontrando con una «estandarización» de estos elementos. Una aventura gráfica ha tenido siempre dos o tres tipos de interfaces diferentes, con un tipo de diseño bastante rígido que consta de los elementos ya conocidos: diálogos, observación, objetos. Con la crisis que tuvo el género —y otros muchos— en la última década, prácticamente se demonizó la base de todos esos elementos, a la vez que se añoraban los juegos clásicos, y esto ha dado lugar a cierta esquizofrenia que añora lo clásico y a la vez huye de las complicaciones antiguas.

Diversas reseñas sobre este juego resaltan cosas totalmente opuestas sobre su diseño, y, lo que es preocupante, críticas porque consta de point & click y críticas porque hay pixel-hunting. Hemos llegado a tal punto que una sucesión tan elemental de objetos que claramente pueden utilizarse, bajo el prisma de los jugadores actuales, se considera pixel-hunting, y que cualquier atasco se considera algo malo. No sólo Emerald City Confidential es un juego tremendamente fácil, sino que se le achaca la falta de pistas y el «usar todo con todo» cuando las claves se repiten al menos tres veces por cada enigma, aparte de en el libro de pistas. Al final parece que no se juega a algo muy diferente a un Profesor Layton, donde la información se machaca y repite ya considerando que el jugador es un ente sin ninguna capacidad de lectura o atención, y sin ninguna capacidad de pensar. Y lo que es peor, se confunden los defectos de ciertas aventuras gráficas con los defectos de todas, achacando a una tan inofensiva como ésta el tener exceso de diálogos y un ritmo muy lento. Es preocupante porque si a Emerald City Confidential se le consideran estos defectos (cuando los que tiene son otros, a veces los contrarios de los que se critican), vamos a volver a una situación parecida a la de hace unos años, donde las empresas independientes dejen de ser tan independientes, las distribuidoras exijan una serie de requisitos en un género que no comprenden, y donde, de nuevo, no se respeten los nichos.

Pese a todo eso esta aventura merece su compra por, simplemente, lo gozoso que es dejarse llevar por lugares comunes, cuando quien te lleva lo hace con tanta elegancia.

Conclusión

Considerando todos sus defectos, Emerald City Confidential podría ser una excelente aventura para principiantes. Pero por lo que cuida Gilbert la narración, se queda como un esfuerzo que casi logra trascender las limitaciones de los juegos casual, que convierten los retos en ir de la mano. Casi, porque no deja de dar la impresión de haber sido cambiado para adecuarse a cierta «dificultad» para los jugadores, y de haber sido apresurado dejando algún agujero en la historia de por medio, por no mencionar el irregular aspecto técnico. Pero eso no quita que Dave Gilbert siga siendo el mejor escritor que se dedica al género en la actualidad, y que cualquier acción, hasta introducir la llave en la puerta, consiga llenarla de personalidad y dramatismo. Sólo por ello recomendaría su compra (por descarga y en inglés). Aunque, personalmente, espero que la tercera entrega de la serie Blackwell nos dé bastante más.

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