Algo raro está pasando
Título: Drácula 3: La senda del dragón (2008)
Desarrolladora: Kheops Studio
Distribuidora: 505 Games
Lanzamiento: 24 de julio de 2008
Especificaciones (mínimo recomendado):
# Publicado el por Gaspar Ruiz
Los entuertos se resuelven de manera sencillísima, aunque eso no es óbice para no denunciar el despropósito que se perpetra aquí. Máxime cuando algunos de los desafíos son de una suprema y frustrante malicia (que no mala intención) que obliga, por ejemplo, a trazar (literalmente) símbolos en arenilla o a cargar partidas anteriores para poder reconstruir un diagrama que no tiene otra solución posible (lo que lleva a añadir una nueva característica a los atributos del jugador-superhéroe que esperan los desarrolladores del juego: una elefantiásica e infalible memoria visual). No hay desatinos tipo Reprobates, que prueban tus reflejos, pero las torturas planteadas beben de la misma fuente: la carencia de originalidad (o la desmesura en la misma).
Además, contemplando el desorden que reina en Drácula 3, se deduce fácilmente el carácter secundario que para los desarrolladores adquiere el fantástico guión (entendido como premisa, desarrollo y desenlace de una historia) con el que trabajan. Sus intereses se orientan descaradamente hacia el embrollo, que es a fin de cuentas lo que gusta diseñar. Sólo llegando a esta conclusión se explica la desorganización del inventario, de las pistas que ayudan a superar los enigmas. Todo resulta excesivo y está mal hecho: desde la «zona de tránsito» (espacio destinado a los objetos utilizables que se activa presionando el botón derecho y luego arrastrando el elemento en cuestión) que, incluso ya familiarizado con el juego, te induce a equivocarte reiteradamente, hasta la abundancia de casillas donde situar los objetos, pasando por esos documentos que tan a desmano nos cogen cuando realmente queremos consultarlos, dotados de nula cohesión entre sí y deslavazados como sólo una pésima concepción del inventario podía tolerar.
En contra de lo que pueda pensarse, este abuso por los puzles de habilidad, defecto grave en cualquier juego civilizado, no es el mayor pecado de Drácula 3: lo que le deja casi tocado de muerte es su desproporción entre los desafíos que plantea y la recompensa que ofrece. Debe de opinar el diseñador de este programa que el usuario puesto frente al monitor está leído por necesidad, como no puede ser de otra manera en una trama de trasfondo eminentemente literario, y que precisamente por ello agradecerá sin remisión apabullantes referencias textuales: sólo de esta manera pueden entenderse la presencia de una Biblia de 3000 páginas, reproducida íntegramente, o de la novela de Bram Stoker (por cierto, parodiada sutilmente en momentos muy puntuales del guión). Si la confusión se hubiese detenido allí, no habría pasado nada, ya que nos hallaríamos ante un par de detalles insólitos, inocuos y hasta simpáticos. Desgraciadamente, los señores de Kheops Studio dejan bien claro que la mesura no se cuenta entre sus potenciales virtudes al concebir un puzzle de una ralea execrable: el de la biblioteca de Budapest.
Al puzzle de las galletas de Still Life le sale un competidor de altura en este monumento al puro despropósito. Explicar su mecánica es complicado, entre otras razones porque con ello se incurre en un importante destripe de la trama que no conviene ni insinuar; al lector sólo ha de interesarle que la clave para su resolución debe extraerse de un anagrama recogido en una inicua máxima latina de cuyo acertado —e improbable— desciframiento dependerá no extraviarse en la colosal biblioteca húngara del profesor Van Berger. Para enredar aún más la situación, y ahondar en el sinsentido, ésta aparece archivada de una manera poco menos que críptica que dificulta el entendimiento del puzzle y condena a solucionarlo mediante un oportuno vistazo a la guía (compañera imprescindible para poder vislumbrar el final de La Senda del dragón). Este dislate cuenta con un supuesto punto a su favor: mientras el jugador paciente y amante de los riesgos enloquece intentando comprender lo incomprensible, se verá obligado a consultar a su libre albedrío todos los volúmenes que componen la colección privada del finado cazavampiros, deleitándose con delicias tan exóticas como los Manuscritos pnakóticos o la traducción de Las mil y una noches del viajero inglés Sir Richard Burton. Curiosidades exquisitas, no cabe duda, pero difícilmente defendibles como premios para el jugador.
El ser humano tropieza dos veces en la misma piedra. Pero, si además de humano, dicho ser trabaja en la plantilla de Kheops Studio, entonces las probabilidades de tropiezo se multiplican. No hay un sólo instante en el juego en el que gratificación y desafío (o desvarío) estén en armónica convivencia; es más, lo contrario es excepcional, pues el intervalo que suele existir entre un puzzle de habilidad y otro es testimonial. Más que una aventura, Drácula 3 parece un frenético desfile de ocurrencias fruto de un equipo de desarrollo desquiciado resueltamente empeñado en presentar un catálogo de puzzles demenciales.
Un par de incisos técnicos más antes de bajar el telón: el apartado sonoro cuenta con una música memorable que pone la piel de gallina, y con un doblaje bastante decente, balbuceos y titubeos al margen, cuya eficacia pone de manifiesto que, al contrario que en El último santuario, se ha ejercido una escrupulosa dirección de actores. Incluso se han subsanado los fallos en materia gráfica: las animaciones son, al fin, fluidas, los personajes aparecen bien diseñados y los vídeos tienen una gran calidad.
Conclusión
De la trilogía aventurera sobre Drácula, La Senda del dragón se revela como su episodio más esquizofrénico. A su primoroso apartado narrativo, que sintetiza como ninguno más de siete siglos de superstición popular y de debate teológico y racional, se une un diseño de puzles nefasto, que debería ser inaceptable para cualquier aficionado de pro.
Si algo certifica Drácula 3 es que las aventuras gráficas están sumidas en un proceso de búsqueda de identidad que no termina de culminar. Transformar un guión excelente en un elemento secundario para favorecer una manía por el puzzle de habilidad no es simplemente reprobable. Es lisa y llanamente deleznable.
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