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Vampiro rumano en Londres

Título: Drácula 2: El último santuario (2000)

Desarrolladora: Index+, Wanadoo Édition, France Télécom Multimédia

Distribuidora: Friendware, FX Interactive

Lanzamiento: 14 de diciembre de 2000

Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador Pentium (o compatible) a 166 MHz | 16 MB de RAM | 12 MB de espacio en disco | Tarjeta gráfica que soporte 32 bits de color | Lector de CD-ROM 4x | Tarjeta de sonido de 16 bits | Windows 95 ó 98 | DirectX 7

# Publicado el por Gaspar Ruiz 0

En verdad, éste es el peor mal de un título bien hecho en líneas generales; no obstante, su importancia desvirtúa el excelente rendimiento de otros aspectos, como el guión, sin ir más lejos. La trama construida en esta ocasión supone una destacable revisión del mito del Vampiro, en la que lo más interesante acaba siendo la enorme inteligencia con la que se seleccionan pasajes de la novela original y se combinan con otros de propia cosecha. El argumento es una buena muestra de cómo explotar con acierto un tema archimanido y manoseado, dándole un peculiar toque de distinción y elegancia, en el que lo autóctono y lo prestado conviven en espléndida armonía. Tanto es así, que en Drácula 2 se crean situaciones memorables, tanto en su planteamiento como en la forma en que luego son resueltas: el teatro Styx o las mazmorras transilvanas son los casos más paradigmáticos de la perfecta puesta en escena que se registra durante el juego.

Una puesta en escena milimétricamente planificada, como se comprueba de principio a fin en los puzzles que saturan el juego. Son numerosos, sí, pero están todos impregnados de una mentalidad casi matemática: en el fondo no dejan de ser como un sencillo problema, en el que se plantea un enunciado y a continuación se ofrece la fórmula con la que resolverlo. Casi no se necesita reflexión ni observación, porque la comprensión del puzzle se ha abierto camino mucho más rápidamente en la mente del jugador. El magnífico sistema de pistas está muy trabajado, de forma que los atascos son competencia de otras aventuras. Y eso no hace más que, como si de una serpiente Ouroboros se tratase, redundar en beneficio de la trama, pues al pasar prácticamente desapercibidos, o incluso al estar tan maravillosamente insertados, recalcan las virtudes narrativas del conjunto. Además, y cosa insólita en el género, Drácula 2 prepara a conciencia al jugador para los retos más difíciles ya desde su inicio, dándole el margen suficiente, como a quien prepara un examen, para estudiarlos con detenimiento y cautela.

Como consecuencia de todo esto, surge un juego de ritmo siempre trepidante, que mantiene enganchado al monitor, pero de exigua duración. Esta secuela se concluye en un suspiro, demandando más, cerrándose en el mejor momento de toda la apabullante función, casi, casi en una suerte de cliffhanger emotivo que deja al usuario un tanto desconcertado al constatar el fin del periplo. La abrupta forma en la que se echa el telón no es sino el fruto de unos instantes finales tan precipitados como para poder preguntarse si, después de tanta buena dosis de aventuras y acción, los guionistas no hubiesen sabido escribir un epitafio adecuado que trascendiera la brusca interrupción argumental. Por eso es por lo que terminarse Drácula 2 acaba constituyendo una sorpresa: llegar ante el Rey de los Vampiros alienta una difusa e indefinible sensación de pérdida o ausencia en lo referente a una trama que debería haberse exprimido un poco más.

Hay, además, un remarcable —y comprensible— afán por innovar respecto de su antecesor, buscando ofrecer un poco de lo mismo pero introduciendo pequeños cambios que concreten un semi-nuevo concepto en la jugabilidad. La interfaz sigue siendo idéntica, a base de pantallazos en los que existe una escasa y guiada interacción con el entorno; los objetos siguen «encajándose» en los lugares apropiados (muchas veces la dificultad estriba en encontrar esos lugares) y continúan abundando las muertes, pero ahora se ha implementado un (sencillo) sistema cronométrico con el que dar un poco de suspense y unas justas dosis de tensión a ciertos acontecimientos. Así, una barra temporal hace acto de presencia en momentos muy puntuales, como el ataque de alguno de los esbirros vampíricos o la inminencia de una trampa mortal. La realización de un lógico encadenamiento de acciones, centrados mayoritariamente en el uso de objetos, consentirá la desaparición de esta minúscula y novedosa barrera.

La música es, asimismo, discreta, pero enormemente funcional, pues corre al auxilio de la tensión dramática cuando es más necesaria. Se obtiene así la puntilla a una ambientación lúgubre y, por instantes, tétrica, en la que cada sonido, cada efecto, tiene su pequeña razón de ser en aras del susto pasajero y continuado. Lástima por el doblaje plano, sin inflexión, efectuado por intérpretes sospechosamente afrancesados, que convierten los diálogos en la muy tediosa lectura de un guión que, si nos dejáramos guiar por la inexistente variedad de sus registros, pasaría por un mayúsculo suplicio humano. Hay excepciones a la norma, naturalmente, pero, desgraciadamente, de ésta no se salvan ni el Conde, ni Mina ni Jonathan Harker (los dos tercios de la plantilla, vamos). En cualquier caso, obviando las voces, el apartado sonoro luce a un nivel tan aceptable como la casi totalidad de aspectos del juego.

Conclusión

Drácula 2: El último santuario es una de las mejores adaptaciones habidas del clásico, en la que se consiguen reciclar con inmenso estilo todas las referencias de la novela del irlandés Bram Stoker e incluir otras muchas de nuevo cuño que enriquecen un panorama tan notable como apasionante.

Ni siquiera la horrorosa parte gráfica, digna de la peor de las películas de la Hammer, ni la, a ratos desternillante de puro cutre, localización al castellano, empañan un juego merecedor de las más altas consideraciones, prueba suficiente de cómo en nuestro género ciertos aspectos pueden quedar relegados si se involucra de por medio un sólido guión.

Sirvan estas líneas para invitar al lector a adentrarse en el último santuario, la guarida definitiva de un monstruo que ha sabido reinventarse.

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Drácula 2: El último santuario

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