Disney pone fin a los estudios de desarrollo de LucasArts
Cae el ídolo de oro
# Publicado el por Aventura y CÍA
Cuando hace unos meses Disney dio una de las noticias del año al comprar LucasFilm, aguardamos con atención y cautela, aparte de las noticias referentes a la saga cinematográfica Star Wars, el movimiento que ello traería a la sección de videojuegos de la vieja compañía de George Lucas. El resultado ha sido que LucasArts, la división que fue creada bajo la premisa «no hagáis nada basado en La guerra de las galaxias, libertad creativa», ha cerrado sus puertas tras 31 años de actividad.
Lejano queda aquel 1987 en que se editó la primera aventura gráfica de la compañía, Maniac Mansion, ya implementada con el lenguaje SCUMM, embrión de lo que estaba por venir. Le sucederían la comedia de ciencia-ficción Zak McKracken and the Alien Mindbenders y la adaptación de la tercera parte de la trilogía de Indiana Jones, La Última Cruzada. Fue 1990, sin embargo, el año que con The Secret of Monkey Island convertiría a la empresa de California en algo más que una simple desarrolladora. Uno de los bastiones de nuestro género, a este título le seguirían los clásicos por todos conocidos.
Aunque la preeminencia de LucasArts vino dada por sus aventuras, nunca fue una compañía dedicada en exclusiva al género: tocaron la acción desde sus inicios y, más tarde, con Zombies Ate My Neighbours, Metal Warriors (orgullo de Mike Ebert) o el Outlaws de Stephen R. Shaw; la aviación bélica con Battlehawks 1942, Their Finest Hour o Secret Weapons of the Luftwaffe; la simulación de acción naval con el PHM Pegasus de Noah Falstein; o la gestión con el fallido Afterlife de Mike Stemmle. En paralelo al éxito cosechado por sus aventuras, LucasArts contravino el consejo de George Lucas. Ya venían editando videojuegos de la franquicia de Skywalker y compañía con anterioridad, con títulos menores de acción y plataformas, los notables arcade de Vince Lee y, sobre todo, los formidables simuladores de pilotaje espacial de Lawrence Holland. Pero fue a partir de la segunda mitad de la década de los noventa cuando los títulos de La guerra de las galaxias se convirtieron en el grueso de su catálogo, la mayoría ya sub-contratados, con breves y olvidables incursiones de Indiana Jones. Son los años de la serie Dark Forces/Jedi Knight (terminada por Raven Software), de Rogue Squadron, los Caballeros de la Antigua República de Bioware o, más recientemente, el Battlefront de Pandemic, por citar sólo unas cuantas de las más destacables producciones de entre la ingente cantidad que inundó el mercado a lo largo de los años, casi siempre de calidad pírrica.
Así pues, ¿qué quedaba de aquella compañía que pergeñó obras maestras de la ficción, de la ficción interactiva si queremos concretar, como Monkey Island 2 o Indiana Jones and the Fate of Atlantis? Prácticamente nada. La fuga de Monkey Island, última aventura de desarrollo propio, ya se hizo de rogar. Hacía una década larga que los caminos de LucasArts apuntaban hacia un lado diferente al tomado en años anteriores, donde la diversidad y el genio imperaban; a pesar de los tímidos gestos de estos últimos años, impulsados por el breve paso de Darrell Rodríguez como presidente de la compañía: las reediciones a cargo de Activision, los remakes de los dos primeros Monkey Island o la licencia para que Telltale desarrollara una secuela propia para la saga de Guybrush Threepwood. Con la compañía reconstruyéndose cada pocos años, la marcha de Tim Schafer, Dave Grossman o Peter Chan fue dándose poco a poco hasta la salida de los últimos nombres clave para las aventuras, Mike Stemmle y Sean Clark. Nuevas compañías como Double Fine o la citada Telltale surgieron de esta fractura, pero hasta este año sólo la segunda había recogido el testigo del Rancho Skywalker.
Cuál será el siguiente paso de Disney, que mantiene todas las propiedades intelectuales, es complicado de prever. El comunicado oficial del cierre habla del interés en pasar del modelo de desarrollo interno, escaso como decimos, al de licencias —el caso de Tales of Monkey Island—. Si esto puede resultar en que se relaje el puño que ha mantenido sujetas dichas licencias, si esta nueva aproximación al mercado del videojuego por parte de Disney puede traernos novedades positivas, sólo el tiempo lo dirá. Quizá habría sido una buena oportunidad para Disney, que ha fracasado en todos sus intentos de contar con estudios internos fuertes, devolviera LucasArts a un buen modelo de desarrollo propio. Lo que está claro es que echaremos de menos LucasArts por lo que fue, no por aquello en lo que se convirtió. Desde aquí, simplemente podemos pronunciar un sentido adiós a la compañía que moldeó parte de nuestra imaginación y nos impulsó, junto a otras, a abrir este sitio web.
* La imagen de cabecera es un trabajo de Colin Panetta para The International House of Mojo. El tema musical es Ninth Heaven, compuesto por Peter McConnell para Grim Fandango. Game Informer es la fuente de la noticia.