El crepúsculo de los popes
En el género ha habido grandes creadores, pero fueron arrinconados por la miseria y el desaliento y arrojaron las armas sin haber presentado batalla
# Paco García |
La vieja guardia se ha enterrado a sí misma. Los que no han decidido amilanarse en tareas propias de una prematura senectud se han confinado en jubilaciones anticipadas. Su desdén por esas obras suyas que marcaron época y que hoy están arrinconadas en los museos del divertimento computerizado ha hecho un flaco favor a un género necesitado de aliento.
Tuvo que llegar Telltale Games, una compañía que no empezó precisamente con buen pie y concitó serias reticencias entre la audiencia, a demostrar que la aventura gráfica, la auténtica, tenía fuerza y arresto comercial, que los discursos catastrofistas eran más unas profecías autocumplidas ancladas por el tonelaje de una pereza acomodaticia. Telltale reclutó a gente de imponente talento y sus logros han puesto a la aventura gráfica de nuevo en el mapa. Dave Grossman, una de esas figuras eclipsadas por Ron Gilbert en la LucasArts de los primeros noventa, ha sido una pieza clave en todo ello. Con todo, la desarrolladora californiana está empezando a cometer errores bastante caros (ahí queda Jurassic Park), y el paulatino abandono de aquello que les proporcionó los laureles está poniendo en peligro una labor hasta ahora intachable. Ya se sabe que se puede morir de éxito, así que esperemos que a la gente de Telltale no se le suban esas fiebres a la cabeza, porque de ahí al delirio hay un paso…
De momento lo delirante es la oportuna vuelta que algunos vicarios aventureros han dado a la tortilla fijándose en los movimientos de esta compañía. Concretamente, dos de los máximos emblemas de la aventura gráfica, Tim Schafer y el citado Ron Gilbert, se han convertido en noticia rompiendo el panorama de la producción con una iniciativa de crowdfunding que les ha proporcionado dos millones y medio de dólares. Con sólo unas palabras y unas pocas promesas, Double Fine ha conseguido en un mes esa suma tan elevada, algo que siguiendo otros modelos de financiación hubiera sido impensable. Claro, ahora son todo dádivas a la aventura gráfica, cuelgan vídeos con conversaciones en las que reflexionan entre ellos sobre la vida, el universo y todo lo demás, sobre lo mucho que aman el género y sus anhelos de volver a él repartiendo besos y abrazos a los aventureros, emocionados y agradecidos. Pero esos aventureros a los que retratan con jocosidad como histéricos chillones en el vídeo que inició su petición en Kickstarter, recordemos, han soltado la guita a unos señores que se han desentendido de la aventura durante décadas y que no se han cortado mucho a la hora de ningunearla. Y todo ello sin muchas garantías: Double Fine ha hecho buenos juegos, juegos regulares y productos puramente alimenticios; Tim Schafer, a pesar de su tirón mediático y de su carisma de showman, a pesar de tener importantes aptitudes y una fresca visión, a pesar de haberse rodeado de profesionales de alta talla, arrastra una maldición en sus desarrollos desde el mismo Psychonauts, lo que no le hace presentarse como fiable a la hora de apostar por él. Que sí, que nos puede caer bien, pero eso no tiene nada que ver…
Gilbert, por su parte, es más un bon vivant que un desarrollador. Hasta hace un par de años sus aportaciones a la industria no pasaban de lo anecdótico. Total Annihilation fue hasta DeathSpank lo último que pudo llamar «suyo» (aunque realmente sea más de Chris Taylor), y aquél salió hace más de diez años. Pasearse por Europa para jugar a la DS con nerds, recibir coches de sus admiradores, viciarse a World of Warcraft o hacerse el chistoso en su Grumpy Gamer no representan un refrendo solvente. De hecho, representan justo lo contrario.
A pesar de eso, decenas de miles de fans han decidido poner su granito de arena. Muchos por añoranza, muchos por un particular respeto, muchos por un sentido de la caridad mal entendido… Los buenos resultados de la experiencia recaudatoria dejan claras dos cosas: una sensación de hartazgo generalizada ante la mediocridad que tiende a instalarse en el género al menor descuido y una súplica de los aficionados, un ruego a aquellos que un día lo hicieron grande para que no lo dejen agonizar de nuevo. Se inspira un aroma de cierta desesperación, y con él se evoca ese extraño sentimiento de momento decisivo, de última bala que puede marcar el inicio de una nueva carrera o suponer el tiro de gracia definitivo a algo con tanto potencial como la aventura gráfica. La gente a la que interesa esto ya no está para medias tintas y el hecho de que haya puesto su dinero de una manera como esta arroja un mensaje bien claro a la cara de los popes: «Se espera mucho de vosotros, tenéis la responsabilidad de no decepcionar». Ahora la pregunta que queda flotando es… ¿lo habrán captado?
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