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Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…

Título: Blade Runner (1997)

Desarrolladora: Westwood Studios

Distribuidora: Virgin Interactive Entertainment, Dinamic Multimedia

Lanzamiento: 25 de noviembre de 1997

Especificaciones (mínimo recomendado): Windows 95/98 - Pentium a 90 Mhz. - 32 MB. de RAM - Unidad de CD 4x - Ratón - Tarjeta gráfica de 4 MB. - Tarjeta de sonido compatible con DirectX

# Publicado el por Paco García 12

Introducción

Nadie puede que negar que Philip K. Dick fue y todavía es uno de los escritores punteros en lo que se refiere a la ciencia-ficción. Prolífico como pocos, su muy extensa obra ha inspirado un buen número de adaptaciones cinematográficas, desde Desafío total a Minority Report, pasando por las menos conocidas y nada desdeñables Infiltrado o Asesinos cibernéticos. Y decimos inspirado porque la prosa de Dick no se limita al mero futurismo de naves estelares y rayos láser, sino que abarca una amplia amalgama de conflictos éticos y materiales, a los que que como buen visionario supo anticiparse.

Prueba de ello fue su novela de 1968 ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, en la que se basó años más tarde, muy libremente, la película del realizador Ridley Scott. Blade Runner, considerada por muchos la magnum opus del director y una de las del género, fue todo un hito cinematográfico. En ella se basa, también muy libremente, el juego que nos ocupa.

Argumento

Noviembre, 2019. La Tierra se ha convertido en un planeta inhóspito, oscuro y desagradable. Las guerras han diezmado la naturaleza y la sobreexplotación de los recursos hace que los yacimientos petrolíferos compartan espacio con los rascacielos que fueron testigos de tiempos pasados y mucho mejores. El hombre es uno de los pocos animales que aún subsisten en la Tierra y cada vez son menos los que se decantan por quedarse, ya que las maravillas de las colonias del «mundo exterior» aventajan claramente al corrupto y viejo mundo que vio nacer a la humanidad.

En una de las grises ciudades que aún quedan en pie, Los Ángeles, un comerciante se hace rico a costa de vender animales auténticos a todo aquél que puede permitírselo. Runciter es, a ojos de la sociedad, un prestigioso y honesto vendedor. Pero cuando no está frente a su acaudalado público deja ver su repugnante faceta pederasta: acosa a la pobre Lucy, su asistente.

Tener una criatura «viva» es un lujo al que muy pocos pueden acceder. La gran mayoría de los animales que por ahí se ven son simples réplicas, bien biomecánicas, bien genéticas. Ahora una auténtica industria se desarrolla alrededor de estas técnicas, un emporio encabezado por la corporación Tyrell, que maneja no sólo millones de chinyens, sino millones de vidas. Además de mascotas, también se «fabrican» hombres, mujeres y niños: los llamados «replicantes», seres que superan con creces en fuerza y agilidad a cualquier ser humano y que son al menos tan inteligentes como los genios que los crearon, pero en principio incapaces de sentir.

Una noche, Runciter recibe la visita de dos misteriosos personajes que parecen tener algo que ver con la jovencita que trabaja para él. El viejo vendedor se horroriza al comprobar que no es ni dinero ni animales lo que quieren, sino que sufra. Por eso atacan donde más le duele, en sus intereses materiales, y masacran su preciado zoológico.

Utilizados para los más diferentes propósitos, tratados como esclavos en el mundo exterior, los replicantes fueron proscritos de la Tierra a raíz de una sangrienta rebelión protagonizada por un grupo del más nuevo y avanzado linaje, los Nexus 6. Se impuso la pena de muerte, ejecutada por una brigada especial de la policía a la que llaman Blade Runner. Se cree que los atacantes de la tienda de Runciter son replicantes de esta sexta y virulenta camada Nexus. Ray McCoy, un agente especial de esta división del departamento de policía de Los Ángeles, es reacio a creer que el asunto corresponda a los Blade Runner, pero accede a hacerse cargo del caso. Al fin y al cabo, si se equivoca y le toca desenfundar el arma, la prima será suculenta. A él le pagan por disparar contra replicantes. A esto no se le llama asesinato. Se le llama retiro.

Comentario

Blade Runner es una obra maestra cinematográfica indiscutible y la expectación que levanta tal tipo de cosas es enorme cuando menos. Por suerte, Westwood no pensó que bastara con hacer un plataformas genérico o un arcade del montón con el nombre de una película taquillera para que el juego se venda, como solía suceder con las adaptaciones (que mejor ejemplo que el Blade Runner de Commodore 64). Desde luego, hay que reconocer que medios no escatimaron para poner en marcha, allá por el 95, cuando se empezó a fraguar su idea, la que ahora es una aventura memorable, aunque no por ello a salvo de críticas.

Blade Runner no adapta el guión de Hampton Fancher ni la novela de Dick: toma elementos prestados de ambos, muy especialmente del primero, pero no puede decirse que esté basado en ninguno de los dos. Tan sólo recoge los rudimentos más elementales del planteamiento para, a partir de ahí, crear su propia trama, que discurre paralelamente a lo ocurrido en la novela y en su versión cinematográfica. Así pues, nos encontramos con otro Blade Runner, que se diferencia bastante del Deckard de la película de Ridley Scott: este un personaje menos atormentado e introvertido, menos culpable y autodestructivo, menos experimentado y, en definitiva, menos noir que el que interpretaba Harrison Ford. Quizás se le podía haber dado un enfoque que imbuyese más todavía al jugador en la atmósfera del género negro, por otro lado tan bien lograda.

La historia es mucho más enrevesada que aquella a la que se enfrentaba Rick Deckard, e incide especialmente en tramas de corrupción de diversos tipos (léase con animales, armas o replicantes), a las que se unen ataques terroristas y asesinatos varios, elementos todos que conforme avance la trama confluirán, algunos con buen tino y otros no con tanto, en un sólo hilo de investigación. Se pierde la pugna metafísica que se planteaba en la película —sin la que el filme resultaría bastante aburrido— para ganar en eficacia, con lo que podemos explicarnos el porqué de la simpleza de McCoy frente a Deckard. El principesco Roy Batty se ve sustituido por el personaje de Clovis, un replicante algo menos divertido, algo menos sádico y, desde luego, mucho menos memorable. Porque recitar a William Blake, a pesar de quedar muy bonito y cultureta, no tiene ni tendrá el efecto de las últimas palabras del personaje de Rutger Hauer. Se introducen nuevos personajes, como la salvaje Crystal, que se corresponde con el perfil de Blade Runner más reaccionario y letal, en contraposición con la inocente y juvenil Lucy, su antítesis diametral, perteneciente a la pendiente menos escarpada de la montaña replicante.

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Blade Runner

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