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Vampiro rumano en Londres

Título: Drácula 2: El último santuario (2000)

Desarrolladora: Index+, Wanadoo Édition, France Télécom Multimédia

Distribuidora: Friendware, FX Interactive

Lanzamiento: 14 de diciembre de 2000

Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador Pentium (o compatible) a 166 MHz | 16 MB de RAM | 12 MB de espacio en disco | Tarjeta gráfica que soporte 32 bits de color | Lector de CD-ROM 4x | Tarjeta de sonido de 16 bits | Windows 95 ó 98 | DirectX 7

# Publicado el por Gaspar Ruiz 0

Introducción

Pocas palabras han hecho correr más ríos de tinta que el término «vampiro».

Basándose en una tradición que hunde sus raíces en los mitos primitivos del hombre, un tal Joseph Sheridan Le Fanu, uno de tantos misántropos que dio la literatura victoriana, creó, en el libro In a Glass Darkly, a Carmilla, la primera vampiresa moderna (el monstruo lo concibió, en verdad, y de forma harto esquemática, John Polidori, el médico de Lord Byron, tras la famosísima velada literaria de 1819). Corría el año 1872 y Le Fanu no era aún consciente de las implicaciones de una invención nacida exclusivamente de soporte a los relatos del fisiólogo alemán Martin Hesselius, primer detective de lo oculto de la historia de la literatura.

El texto influiría sobremanera en un representante teatral llamado Bram Stoker, quien descubriría que su futuro pasaba irremediablemente por el Terror. Mucho tiempo permaneció Stoker dándole vueltas a sus obsesiones vampíricas, hasta materializarlas en 1897, momento en que Drácula se presentó en sociedad, pulverizando récords de ventas. Aunque el irlandés no escribiría nada parecido, ni en calado ni en calidad, a su más notoria novela, se ganó un puesto de honor en los altares literarios, en parte gracias a la fascinación que logró suscitar su Vampiro.

Sería el Cine el que bruñiría los galones de la gloria eterna de criatura y creador. Primero F. W. Murnau con su Nosferatu (un Conde no acreditado aunque evidente) y luego el emasculado Tod Browning en su legendario Drácula de 1931, con protagonismo de Bela Lugosi, supondrían la plataforma de despegue de un éxito popular que ha generado escuelas, secuelas y «precuelas», amén de numerosos pastiches y, por qué no, videojuegos de corte dispar.

Es curiosa la poca presencia que Drácula tuvo en las aventuras gráficas hasta la cómica Dráscula, de Alcachofa Soft. Y no porque el Vampiro nos fuese ajeno, como bien pudo comprobar, por citar sólo un caso, el Schättenjager Gabriel Knight en El testamento del Diablo. Simplemente, el Señor de los Vampiros buscaba una ocasión propicia, que le fue brindada, con bastante solvencia, por un grupo de temerarios franceses, en el año del Señor de 1999 d. C.

Argumento

Del diario del doctor John Seward, Londres, 1904.

¡Al fin parece que hay una esperanza para Miss Mina Harker! Esta noche, su marido, Jonathan, ha vuelto a mirar a los ojos de la Muerte al introducirse en la mansión de Carfax, tapadera del deleznable Drácula. Allí ha encontrado una joya que, según los desvaríos del perdido Hopkins, es capaz de infundir temor y preocupación en Aquél que Reina Entre los Muertos.

¡Ojalá éste sea el primer paso para poner fin al terrible martirio que sufre Miss Harker desde su llegada de Transilvania! Su aspecto, y sus delirios, susurrados a media voz en sus labios exangües, son cada vez más alarmantes. Espero, simplemente, que este Anillo del Dragón lleve inscrita la palabra «esperanza» y logre poner fin a la fatalidad que pesa sobre ella.

Jonathan ha ido a Highgate a proseguir sus pesquisas. Intentaré ayudarle como pueda desde aquí, aunque esta noche siento una gran inquietud. Si es verdad que la joya puede afectar en alguna medida a Drácula, es de esperar que venga a reclamarla. He atrancado puertas y ventanas, pero temo que no servirá de nada. Si hoy tengo que luchar, sólo deseo que la noche me sorprenda preparado.

Dios mío, ayúdame…

Comentario

A la hora de valorar un juego, lo primero que tenemos que tener en cuenta es de si puede decirse que está realizado con oficio. Observando atentamente y con intención plenamente crítica este Drácula 2: El último santuario que nos ha caído entre manos, debemos reconocer que nos hallamos ante un título muy atractivo, ya que está desarrollado con un oficio tal como para sepultar buena parte de sus elementos negativos o discutibles.

El resultado logrado es francamente loable, porque los puntos de partida del título no son excesivamente prometedores: unos gráficos que han envejecido mal y que tienden a un muy incómodo pixel-hunting con propensión por la ocultación, una interfaz algo molesta (típica de juego en primera persona) dentro de lo que tiene de intuitivo y corriente, una duración risible y sonrojante… Otras compañías habrían hecho lo que se esperaba de semejante ristra de desatinos, una calamidad de proporciones estratosféricas, pero resulta que el esfuerzo combinado de las tres desarrolladoras implicadas (France Telecom, Index+ y Wanadoo, cuya carrera fue tan corta como desigual) consigue darle la vuelta a las expectativas y convertir la mayor parte de estos reproches en virtudes considerables.

O al menos en la mayor parte de los casos, porque los gráficos son de todo punto insalvables. No deberían haber sido malos para su época, el año 2000, o por lo menos, no de lo peor del momento; sin embargo, comparándolos con los de otros juegos aparecidos sólo unos meses antes (Discworld Noir, por ejemplo), salen muy perjudicados. Es cierto que hay un gusto por el detalle en escenarios y hasta en personajes, pero esta característica queda relegada por el feo aspecto de texturas y de expresiones. La emotividad, tanto facial como corporal, del plantel de actores del juego brilla por su ausencia y su diseño es de lo más nefasto que han visto nuestros ojos (mención especial en este apartado merece un Drácula tan mal hecho que los parangones más inmediatos con su homónimo de Castlevania V, campeón indiscutible de la fealdad, se vuelven hasta justificados). La animación es mala de solemnidad: todo bicho viviente —y no viviente— se mueve con una sucesión de tics estándar dignos de un contorsionista. La coreográfica reiteración de gestos, similares de un sujeto a otro, dota a quien los ejecuta de una expresa condición de marioneta sin hilos, tan frustrante que, en cada escena de vídeo, de pésima factura (chapeau al vídeo final), crece el deseo de saltar todo el diálogo sólo por no seguir asistiendo a semejante tormento visual. Como lamentablemente esa posibilidad no es factible, el jugador asiste obnubilado ante tanto malabarismo, prometiéndose no volver a retomar Drácula 2 hasta pasado un largo periodo de tiempo.

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Nuestra puntuación

Tres estrellas y media

Drácula 2: El último santuario

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