Introducción

La aventura gráfica ya no sabe uno si está viva, si está muerta, si está moribunda, si está resucitada, si alguien ha hecho vudú con ella o vete a saber. Pero aunque podamos debatir esto durante meses o años, siguen llegando al mercado títulos de este género, títulos que siguen los esquemas clásicos pese a que se adaptan a otro tipo de jugadores y de inquietudes. Microïds, hace un par de años, tuvo una idea gracias a la mente de Benôit Sokal: crear una aventura de éxito combinando una poderosa campaña de promoción y grandes expectativas y orientando la historia a un tipo de público más adulto. Hablamos de Syberia, que reduciendo al mínimo uno de los pilares del diseño de aventuras gráficas, los puzzles, y aunque abusase de reiteración y secuencias algo forzadas, trascenderá como una de las aventuras —salgamos del nicho: uno de los juegos— más importantes y originales en cuanto a sus intenciones: no divertir, ni intrigar, ni dar miedo, sino crear un vínculo sentimental mediante metáforas y alegorías de todo tipo.

Still Life viene arrastrando la larga sombra de Syberia todo él. En principio, es un spin-off del juego editado por Microïds inmediatamente después de la primera aventura de Kate Walker, Post Mortem, uno de esos juegos en primera persona con grandes aciertos y estupendas secuencias de vídeo que, por problemas en su ejecución, hacían difícil centrarse en el argumento. Still Life, sin embargo, tiene una carga representativa mayor: es una de tantas aventuras de calidad que hemos podido disfrutar estos meses, es un representante perfecto del tipo de aventuras gráficas que se desarrollan en estos momentos y es una buena forma de preguntarse hacia dónde va exactamente el género, o si no está tocando techo el tipo de diseño que se lleva ahora.

Argumento

La ejemplar agente del FBI Victoria McPherson y su equipo se hallan tras la pista de uno de los asesinos más escurridizos con los que jamás han tenido el dudoso placer de lidiar. Se trata de un psicópata que se ceba con el sexo femenino y que está dejando un auténtico reguero de muerte y sadismo a su paso. Victoria no sabe cómo, dónde ni cuándo encontrar su pista, el caso se está alargando demasiado y el sanguinario homicida no deja de matar, por lo que es apremiante darle caza cuanto antes. Tanta presión puede con nuestra protagonista, y decide ir a tomarse un respiro al calor del domicilio familiar. Allí, se le ocurre desempolvar los archivos de su bohemio abuelo Gustav, que durante buena parte de la primera mitad del siglo XX estuvo vagando por Europa dedicándose a la investigación privada, desenmascarando a muchos y peligrosos criminales.

Victoria recordaba muchos de esos casos. Su abuelo se los contó de niña, aunque el viejo Gustav que siempre estaba predispuesto a relatar sus aventuras se reservaba a la hora de contar el caso del Destripador de Pelovka, durante el que conoció en Praga a la que más tarde sería su esposa y la madre de sus hijos.

Buscando en un viejo baúl del desván, la joven McPherson halla el diario de su abuelo y encuentra detalles de la funesta historia de Praga. Curiosamente, tiene algunos puntos en común con el caso que ella tiene entre manos…

Comentario

Se llevan bastante los juegos con espías internacionales que tienen que andar con sigilo entre peligrosos guardias, los que tratan de científicos o militares en casas encantadas llenas de zombis o dinosaurios o esos sobre gente de baja catadura moral que tiene que hacer una carrera exitosa caiga quien caiga. Pero no son muy numerosos los thriller de psicópatas asesinos; aparte de alguna aventura notable como la saga Police Quest (con la que Still Life guarda alguna similitud) o Urban Runner, parece que es un tipo de historia a la que los diseñadores les da miedo enfrentarse. Still Life lo hace con valentía, ideas brillantes y originales y todo tipo de guiños cinéfilos y literatos.

En lo principal es una mezcla de todas las variantes del thriller de psicópata: la versión «policía vigilante que se toma la justicia por su mano» como Harry el Sucio o Charles Bronson; la versión giallo como aquellos memorables filmes ilógicos y sangrientos de Dario Argento; la versión de psicópata moderno, tipo Seven, con escenarios urbanos degradados y fascinantes. Es una temática que en seguida se hace familiar, y aquí se enriquece con una idea francamente brillante: además del psicópata que amenaza a las pobres criaturas del presente, existen escenas de flashbacks donde se toma el papel del abuelo de la protagonista —y personaje principal de Post Mortem—, que rememoran un caso parecido y una sórdida historia de amor.

En este sentido Still Life es intachable: la presentación de las historias es clara, y mientras se descubren datos poco a poco sobre el psicópata y sus posibles motivaciones, también se dan pistas sobre la personalidad de cada uno de los protagonistas, dejando cosas sin explicar para que trabaje la imaginación del jugador.

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