Introducción

Con tanta pretensión por querer escribir la Epopeya moderna, con tanta propensión por el relato ampuloso y grandilocuente en mágico y misterioso universo desierto (salvo por engranadas maquinarias arcanas) y con tanta presunción como para creer que cualquier puede hacerlo y que cualquiera puede comérselo, las desarrolladoras de hoy en día han hecho que nos olvidemos de la esencia básica y clásica de la aventura, aquella con la que se nos adoctrino de niños con obras de Defoe, Stevenson, Dickens o Verne, aquellas en los que la que el desafío al que se enfrentaba el hombre era lidiar contra su suerte, en las que la pugna no era contra un conspirador imperio de malévolos proyectos sino contra las ambiciones de gente tan de carne y hueso como los propios protagonistas y en la que la mayor y a veces única meta, era la propia subsistencia. Se nos ha olvidado que no hay que irse a dimensiones paralelas para pasarlas canutas y hay mucha gente que no sabe que el mayor reto puede encontrarse tanto en la Atlántida como a la vuelta de la esquina.

Si tomamos conciencia de que muchos de los últimos lanzamientos de este género son poco más que una revisión (o revisitación) del mil veces maldito Myst cualquiera puede sentirse a la deriva en una incierta marea de operetas de ciencia ficción, a merced de una motivación incoherente que haría las delicias de cualquier quijote de tres al cuarto al que le falta mucho pie que plantar en el suelo y arrastrado por un camino de escollos numéricos o paralingüisticos. Todo cabe en la viña aventurera y no es criticable que aparezcan juegos con aspiraciones homéricas de vez en cuando (debido a alguna insólita alineación de planetas, se han visto ejemplos potables e incluso muy estimables) pero es muy cierto aquello de que la justa medida está entre el exceso y la carencia, y tampoco podemos permitir que se estrangule la variedad.

Se ve que esta no es la primera ni la segunda vez que alguien a lo largo de los últimos años se ha atrevido a criticar el mimetismo que infecta las creatividades de muchos desarrolladores del momento, y deben de haber sido pocas las vehemencias empleadas porque aún hay muchos que se resisten a abandonar el cómodo formato del facsímil interactivo, y eso cuando no lo esgrimen como arma comercial. Sin embargo podemos sentirnos orgullosos de que al menos ciertos grupos hayan cedido a los reclamos y, aunque no se sabe si definitivamente, hayan tenido a bien sanearse en perfumada humildad, aireando las ínfulas de juventud para centrarse en el simple y loable anhelo de hacer pasar al jugador un buen rato sin tener que recurrir a rimbombancias argumentales que, vista uno, vistas todas.

Argumento

Mina ya tocaba con los dedos el metal de la copa Julio Verne, un premio dotado de un gran prestigio que se otorga en una regata que da la vuelta al mundo en 80 días, cuando se vio sorprendida por las caprichosas inclemencias del tiempo.

Cuando los elementos se ponen en contra de uno no hay hombre ni embarcación que pueda plantarles cara, y a pesar de sus esfuerzos, la joven navegante, que viajaba confiadamente en solitario entre mares inhóspitos y piélagos desconocidos, naufraga viendo su velero y sus esperanzas ahogadas en la tempestad. Sin embargo la suerte no parece haberla abandonado del todo, porque en lugar de perecer en medio de un desierto mojado, da con sus huesos en una isla, aparentemente desierta. Exhausta y desvalida, sin ningún medio de comunicación con la civilización, nuestra aventurera habrá de enfrentarse a la naturaleza salvaje, y en el camino por la supervivencia ver si la fortuna le sigue siendo favorable. Aunque quizás no todo sea obra del destino y una presencia haya puesto su mirada sobre ella observando sus pasos de cerca y cuidando por que no dé ninguno en falso...

Comentario

Si bien hay autores clásicos que han gozado de cierta notoriedad póstuma a costa del bien que se les ha hecho adaptándolos e incluso en ocasiones rescribiéndolos, hay otros que no han tenido la suerte merecida. Julio Verne podría pertenecer a esta segunda casta. Si bien es merecidamente considerado por algunos como el padre de la ciencia ficción y de la novela de aventuras y es un autor tan alabado como magnificas son sus obras, a pesar de haber sido uno de los primeros literatos (si no en primero) cuya obra fue llevada al celuloide (“De la tierra a la Luna” en 1901, nada menos) en los últimos años ha sido presa de las zarpas de la televisión (tanto Europea como Estadounidense) y de gente sin muchas ideas y menos escrúpulos que lo han convertido progresivamente en un reclamo de usar y tirar, haciendo uso de su buen nombre para engendrar aberraciones hechas de retazos descuartizados de sus obras. Pero que se le va a hacer, ya hace mucho que pasó la época de los James Mason y los Kirk Douglas y lo que está en boga son los saltimbanquis orientales. Habrá que conformarse y dejar fluir la corriente masiva, ya que no es algo que esté en nuestras manos corregir.

Ahora bien, en el mundo del videojuego y más concretamente de la aventura gráfica, tampoco se ha dejado pasar la oportunidad de perturbar el descanso de los clásicos y en los últimos años han sido testigos de pasmosas “reinterpretaciones” del genio francés que “inspirándose” en su prosa, no han hecho más que escribir una historia nueva sin mucho que ver, que no está a la altura del nombre que emplea. Es imposible no mentar a Frogwares, que llevaron a cabo una casquería hará unos años (cuando se hacían llamar T-Bot) con su “el Secreto del Nautilus”, inspirado liberrimamente en las aventuras submarinas del Capitán Nemo, o más recientemente con su Viaje al Centro de la Tierra, que aunque con una factura superior, bien podía haber llevado otro título sin que por ello nadie hubiese dicho una palabra más alta que otra. El juego en el que hoy nos centramos “Retorno a la Isla Misteriosa” no se queda atrás, y esto es, cualquiera que se ponga a jugarlo esperando reencontrarse con las sensaciones descubiertas leyendo la novela de Verne, puede ir olvidándose o desempolvando el libro. Retorno a la Isla Misteriosa parte de una premisa que pasa de la fuga en globo al naufragio involuntario, con una chica menudita, con pinta de vender abalorios en cualquier mercadillo de barrio en lugar de un grupo de rudos tránsfugas hirsutos, y sin nada en común más que el escenario, por lo que bien le podían haber puesto “La neo-hippie en la Isla del Fantasma” que no habría pasado nada.

Ahora, olvidémonos de los recelos y miremos el juego objetivamente en la medida de lo posible, dejando a un lado el nombre de Verne y calificándolo independientemente de triquiñuelas comerciales. Retorno a la Isla Misteriosa (a partir de ahora RALIM) sigue siendo lo que estamos acostumbrados a ver mayoritariamente en los spin-o-ramas de manufactura gala de la ultima década: una aventura con una historia endeble o directamente nula que vale de pretexto para presentarnos un trufado de puzzles que es lo que realmente cimienta el grueso del desarrollo. El argumento se puede resumir en una pocas líneas, no hay una intriga que incite a seguir jugando, no hay trama, no hay giros y es todo previsible.

La carencia de esta materia prima suele ser por regla general motivo de crítica, pero en este caso no es así, porque el vehículo del interés del jugador está centrado en los puzzles, en el diseño del juego. A este nivel es donde saja RALIM con las convenciones no escritas del spin-o-rama, que el que más y el que menos ha padecido: la sucesión de combinatorias linealmente estructuradas, los puzzles áridos sin pistas y sin recompensa, se ven aquí inteligentemente borrados de la “main scene” de la juego.

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