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Clásico moderno

Título: The Abbey (2008)

Desarrolladora: Alcachofa Soft

Distribuidora: Friendware

Lanzamiento: 18 de noviembre de 2008

Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador a 1,4 GHz | 512 MB de RAM | 3 GB de espacio en disco | Unidad lectora de DVD | Tarjeta gráfica de 64 MB (mínimo GeForce 4 Ti o Radeon 9500) compatible con DirectX 9.0c | Tarjeta de sonido compatible con DirectX 9.0c | Windows XP o Vista

# Publicado el por Tomás Maidagan 25

Introducción

A lo largo de la última década, Pendulo Studios ha sido, en cierto modo, el estandarte de la aventura gráfica española, para algunos incluso del mundo. Desde que cautivaran a propios y extraños con Hollywood Monsters, un aura propia de los grandes los ha envuelto: sus juegos han tenido tirón comercial y publicitario, han sido reeditados, «remasterizados» y redoblados por una prestigiosa distribuidora como FX Interactive, medios que en principio ni sabrían de su existencia o pasarían impunemente de ellos han hecho coberturas más o menos amplias, etcétera.

En la otra cara de la moneda se ha encontrado siempre Alcachofa Soft. La percepción generalizada de la compañía parece ser la de hacedores de juegos casposos, intrascendentes, olvidables, prácticamente amateur; las chorradillas de un grupo de amiguetes que «están graciosas y tal, pero es evidente que el conjunto de sus apartados no conforma un título especialmente memorable de cara al jugón aficionado al género más exigente».

Desde el primer momento, no obstante, The Abbey amagaba con salirse de todo aquello. Por primera vez, Alcachofa Soft parecía tener entre manos algo que podía clasificarse de «superproducción» o juego que apunta alto. Pero no sólo eso. Durante su desarrollo descubríamos que, para sus creadores, The Abbey distaba mucho de ser un juego más del catálogo de la compañía; se trataba, dicho melodramáticamente, del proyecto de su vida. Un proyecto ideado incluso antes de la publicación de Dráscula, y que pacientemente se han guardado en la recámara mientras adquirían la experiencia —y el dinero— recomendable con otros títulos menos ambiciosos y exigentes. Un proyecto que, en cierto sentido, otorga años después una inesperada, casi poética razón de ser incluso a los Mortadelos más anecdóticos. Un proyecto, en definitiva, que cierra un círculo.

Argumento

Fray Leonando de Toledo, conocido por su astucia y su sabiduría, recibe la misión de acompañar a Bruno, hijo del conde de Capranegra, a la Abadía de Nuestra Señora de la Natividad, con el fin de que el muchacho lleve a cabo su formación religiosa. Este en principio rutinario viaje, sin embargo, no tarda en adquirir nuevas dimensiones. Tras escapar por los pelos de un intento de asesinato por parte de un hombre encapuchado y llegar a su destino, Leonardo descubre que su presencia puede servir para algo más que acompañar a su novicio: fray Anselmo, uno de los monjes de la abadía, ha muerto aplastado por un incensario.

Si bien las circunstancias de su fallecimiento no parecen tener nada sospechoso, una cuerda que no soporta el peso del utensilio y se rompe, con la mala suerte de que el monje se encuentra debajo, las malas lenguas no tardan en elucubrar que las fuerzas del mal pueden encontrarse detrás del incidente. No en vano, este infortunio coincide con la indescifrable aparición de luces nocturnas en la biblioteca, por lo que los rumores de la presencia de fantasmas no hacen sino cobrar más fuerza cada día.

El abad, por tanto, ruega a Leonardo que utilice su conocida audacia para averiguar cuán sobrenaturales son estos sucesos, o si es que en realidad se tratan de acontecimientos perfectamente terrenales que han dado pie a una irracional preocupación colectiva.

Comentario

Con este planteamiento arranca la trama de The Abbey. Como se puede apreciar, las similitudes con El nombre de la rosa, película y libro, son evidentes incluso para los que no conozcan en detalle la obra de Umberto Eco. Además, el nombre del juego, su ambientación (aunque se aplique también al caso anterior) y el género al que pertenecen parecen acercarlo también a La abadía del crimen, esa sobrevalorada aventura cuyas virtudes destacables podría decirse que empiezan y terminan en el apartado gráfico, y que ha sido elevada a la categoría de mito absoluto e indiscutible por los mismos que, paradójicamente, en la actualidad miran por encima del hombro y con ínfulas de superioridad intelectual a los aficionados a los videojuegos, especialmente de otros géneros, que le otorgan especial importancia a la calidad técnica a la hora de juzgar un título, y también por los mismos que, aún más paradójicamente, se lamentan cuando una aventura moderna incluye un laberinto.

Dado que hablar de inspiración real en La abadía del crimen, más allá de lo simbólico-emocional o matices muy concretos, es bastante inviable debido a las características del «clásico» en cuestión, puede decirse sin temor que The Abbey se basa concreta y exclusivamente en El nombre de la rosa. Pero no significa esto, por fortuna, que el juego carezca de identidad narrativa propia.

De hecho, desde un punto de vista argumental (en la más amplia acepción del término: historia, personajes, diálogos, ritmo…), The Abbey figura, sin ningún tipo de duda, entre lo más brillante que ha dado el género en los últimos años y, por qué no, en toda su historia; tanto por su gran originalidad temática, que bien pone de manifiesto el hecho de que el único juego con el que se le puede encontrar un parecido es de hace más de dos décadas, como por su calidad intrínseca. La trama, de corte detectivesco y matices fantasiosos que confirmar o desmentir, parece una especie de mezcla entre, y tómese el segundo miembro de la comparación con la debida mesura, los Agatha Christie y los Gabriel Knight, aderezado con un protagonista a todas luces inspirado en Sherlock Holmes; una trama sorprendentemente interesante y cautivadora, magníficamente hilada, y puesta en escena mediante unos personajes inusualmente bien caracterizados y unos diálogos fluidísimos y enormemente productivos. La tensión de la historia va acumulándose progresivamente hasta que en los dos últimos capítulos, casi de imprevisto, nos vemos sumergidos en un ambiente acuciante como hacía tiempo que no encontrábamos, y que da pie a un clímax casi impensable viniendo de una compañía llamada Alcachofa, dedicada hasta hace poco a Mortadelo y Filemón.

Lo que en principio podría preverse como una parodia pasada de rosca y de mayor o menor gracia, resulta ser un juego de corte relativamente serio, en el que el humor —que lo hay— aparece en forma de finísimas, a veces exquisitas pinceladas, con la excepción de las que son protagonizadas por Bruno. Sorprende, además, comprobar cómo una trama tan inesperada e inusualmente repleta de detalles, sutilezas y dobles sentidos consigue, al mismo tiempo, mantenerse honesta de cara al jugador. Ni engañifas, ni trampas, ni tomaduras de pelo; The Abbey es una historia de detectives limpia y redonda, en la que los personajes, de papeles sobrios y muy bien repartidos, actúan de la forma que actúan porque hay una razón detrás y no porque convenga desconcertar al jugador para dificultar artificialmente el caso, algo que no hace más que despertar el interés por saber qué es lo próximo que va a ocurrir.

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Cuatro estrellas y media

The Abbey

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