Introducción

Telltale acertó con Homestar Ruiner, su primera aventura gráfica basada en una animación Flash de Internet: pese a su localismo y a sus chistes privados logró intrigar a todo el nicho aventurero para que probara el resto de los episodios. Un aspecto gráfico que lo aproximaba a series de animación como South Park, un humor entre malévolo e ingenuo, una mezcla de surrealismo y homenaje al pop y, sorpresa, un buen diseño de puzzles son las virtudes ya vistas en el primer episodio. Claro que el primer episodio también corría un riesgo considerable al no tener una trama clara, un objetivo, y al estar a punto de agotar todos los chistes con los personajes.

La muestra de sapiencia de los diseñadores de la saga, con Mark Darin a la cabeza, fue probar con diversos esquemas para los juegos posteriores y, sobre todo, centrarse en algo a lo que parodiar. O ni siquiera parodiar, sino dar una visión extravagante sobre el tema… que en este segundo episodio, Strong Badia the Free, es la política, el nacionalismo y los juegos de estrategia bajo un humor irresistible de patio de colegio.

Argumento

Strong Bad tiene un problema con el estatus político. The King of Town ha aumentado los impuestos de envío de e-mails hasta un punto que él considera inaceptable, y su protesta es devuelta por el Rey en forma de arresto domiciliario (aunque todo el resto de vecinos de Strong Bad protesten en su casa por ello). Obviamente, tantas decisiones injustas sólo pueden llamar a la rebelión contra esa tiránica monarquía, y Strong Bad decide hacer su república, o mejor dicho imperio, independiente.

El problema es que el resto de los vecinos también crean su reino independiente. Strong Bad y The King of Town lucharán por conseguir el mayor número de anexiones y de aliados, engañando, sobornando y haciendo lo necesario para procurar que su adversario caiga en la más absoluta humillación y, de paso, dominar el mundo. Bueno, dominar el vecindario.

Comentario

Como siempre en las aventuras de Telltale, es difícil hacer una crítica de cada uno de los episodios teniendo en cuenta que todos ellos se parecen enormemente. Strong Badia the Free comparte con su anterior entrega la abundancia de minijuegos y pequeños logros (prender fuego a cosas, insultar a Strong Sad, encontrar el cómic Cave Girl Squad —no tan divertido como el de la anterior entrega—, encontrar disfraces, banderas y parte del manual del videojuego de turno), decisión que quizás entorpece un tanto el desarrollo de la aventura: un jugador debe probar todas las acciones motivado por el resultado, no por enumerar trofeos. El videojuego de ocho bits es, esta vez, una especie de Double Dragon o Target Renegade con dos hermanos que resuelven ecuaciones a hostias. Bien.

El resto de la aventura tiene una línea argumental algo más sólida que el de la anterior, con unos objetivos más concretos y un desarrollo bastante más fluido, aunque dividido en tres partes diferenciadas: el arresto domiciliario, la búsqueda de aliados y el ataque final para la dominación del mundo. Los puzzles son mayormente de uso de objetos; no hace falta ser vidente para saber que los apoyos de cada personaje se consiguen a cambio de ciertas «donaciones». La parte insólita, divertida, es esa mezcla entre minijuego y puzzle ingenioso que es el asalto final, donde se reducen hasta la parodia los esquemas de Piedra, Papel o Tijera abundantes en los wargames, en una especie de Risk donde los personajes habituales son los peones en cada batalla. Es en esta parte donde quedan más claras las virtudes de Strong Badia the Free: los puzzles dependen de la personalidad de cada personaje, a quienes a esta altura de la aventura nos ha dado tiempo a conocer gracias a los graciosos diálogos. Conseguir que un puzzle sea a la vez lógico y entrañable no es algo muy habitual en las aventuras.

Y, aunque hay algunos gags realmente ingeniosos, el humor sigue dependiendo de la complicidad del jugador. Un humor muy típico del Internet de hace diez años, cuando no existían 4chan, los memes ni los virales de Youtube pero cuyos resortes ya se adivinan aquí mezclados con un gamberrismo ingenuo de aficionados al cómic, a las consolas, a los monstruos gigantes mutantes que destrozan ciudades de adolescentes que no quieren renunciar a su niñez, a las fantasías creadas por un verano interminable lleno de aburrimiento. Sí, tras este extraño sentido del humor el concepto al que da vueltas Strong Bad's Cool Game for Attractive People una y otra vez quizás sea la nostalgia de algo familiar (consolas, cómics, pósters, vacaciones), pero que no ha llegado a existir.

Strong Badia the Free es prácticamente idéntico al anterior episodio en el plano técnico: mantiene ese cel shading que permite jugar con perspectivas y encuadres, la música al estilo chiptune suele coincidir con las melodías de Homestar Ruiner y todos los personajes están perfectamente interpretados por los autores originales, los hermanos Chapman (junto a esa amiga que da voz a la fregona hippy llamada Marzipan).

Conclusión

La segunda entrega de Strong Bad's Cool Game for Attractive People, reconocida en varios medios como la mejor de todas ellas, se aleja del diseño caótico del debut de esta serie y se centra en temas concretos para parodiar y construir puzzles alrededor de ellos. Todo esto sin dejar un tono amable, paródico, juguetón, de humor muy blanco pero ciertamente irresistible en su ingenuidad, que es la seña de identidad que convierte a la saga en algo único. No os esperéis una sátira inteligente, ni diálogos políticos a lo Aaron Sorkin: esperad un juego más consistente que la primera entrega y un universo muy personal pero reconocible por todos al mismo tiempo.

Por otro lado es muy difícil valorarla sin su contexto. Se puede jugar y disfrutar sin conocer la serie Flash, pero es difícil hacerlo sin el conjunto de su temporada completa, viendo cómo la saga va perfeccionándose y consiguiendo entidad propia, cosa que ocurre con casi todos los juegos de Telltale. Así que, resumiendo, es recomendable, pero no dejéis de jugar al resto de los episodios.

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