Introducción

Gilbert Goodmate and the Mushroom of Phungoria jamás vio la luz en España. Estaba previsto que fuese a hacerlo dentro del catálogo de Dinamic Multimedia, pero la repentina quiebra de la distribuidora en septiembre de 2001 frustró el desembarco y, con él, todo el interés que podía suscitar esta aventura.

Muchos años después, en una decisión loable, como casi todas las de esta especie, un grupo de aficionados la tradujo desinteresadamente, lo que desde luego no sirvió para que abandonase el anonimato entre los usuarios hispanohablantes.

Y todavía más años después, en 2008, Prelusion, la compañía sueca que una vez la gestó y que sobrevive a base de desarrollar títulos infantiles, seguramente menos cuestionables que su solitaria incursión aventurera, amagó con preparar una segunda parte, tan incierta como su futuro empresarial.

Argumento

Una vez al año, Phungoria conmemora la derrota de las fuerzas del Mal con su Fiesta del Hongo, en la que se reverencia el recuerdo del héroe que, sirviéndose de un hongo mágico, logró poner fin a la diabólica tiranía del pérfido Karn.

La tradición dicta que un aldeano sea elegido para velar, con su vida, el Hongo, en previsión de un regreso de las huestes maléficas. Este año, el honor recae en Abraham Goodmate, el despistado abuelo de Gilbert, a quien no le durará mucho la responsabilidad: el Hongo es robado ante sus mismísimas narices. Gilbert, testigo del hurto, se compromete al instante a recuperar la preciada reliquia, con el fin de restituir el honor familiar y de brillar ante la princesa heredera Michelle, de la que está secretamente enamorado.

Con esa firme determinación, Gilbert desbaratará una conspiración que está a punto de sacudir los cimientos del reino. Y de sumergirlo en las tinieblas…

Comentario

Con Gilbert Goodmate conviene ser bastante pacientes, porque, si bien es categóricamente mediocre, tiene un par de virtudes que lo apartan del fracaso estrepitoso al que apunta desde el cutre y horrendo vídeo introductorio. Para resaltarlas hay que sobreponerse a su aspecto.

Los personajes están mal dibujados: son ceñudos, desproporcionados, de trazos bastos; están también toscamente animados: son espasmódicos en sus movimientos, cuando no torpes; y es pésima su inserción en unos decorados de colores por lo general pálidos y difusos, aunque con un acabado ostensiblemente superior. Si de verdad queremos exprimir la parte buena de este título hay que hacer la vista gorda ante la cantidad de barbaridades visuales que se perpetran in crescendo, conforme van complicándose las acciones y las situaciones. Tampoco ayudan las voces, en perfecto inglés americano, que son una tortura para los oídos con sus impostados acentos de toda clase; la música, que cansa por repetitiva; los efectos sonoros, que se reproducen de la misma forma que las animaciones: a trompicones.

Sorprende pues la eficacia de los puzzles, que aunque son esencialmente convencionales están introducidos de manera lógica, y bien explicados en un diseño poco retorcido. Claramente inspirados en algunas aventuras que hacen del diseño bandera, su referencia más evidente es The Curse of Monkey Island, aunque Gilbert Goodmate and the Mushroom of Phungoria aporta una imaginería menos fantasiosa, menos satisfactoria, con poca inspiración y menos sutileza.

No hay motivo para no reconocer el devoto homenaje, antes que imitación fácil y burda, que ofrece la modestísima aventura sueca. Por supuesto, no es suficiente: el abismo en cuanto a ingenio es palpable, y al final lo mejor que se puede decir del juego es que en Prelusion conocen el género y aprecian sus bondades, pero les falta el talento para poder realizar algo con mayores méritos. A los errores típicos, como la saturación de objetos sin finalidad práctica en el inventario, los sliders —por fortuna, sólo hay uno muy sencillo, si bien nos coge desprevenidos— y el pixelhunting —por el que parecen tener alguna predilección—, se suma un fallo (para colmo, en un momento de tensión, por así llamarlo) que impide por completo terminar el juego sin un parche.

El guión es desenfadado, y hace gala de un sentido del humor ciertamente genuino, un tanto soez y macarra. Parodia las leyendas escandinavas, tan vinculadas culturalmente a sus orígenes: vikingos, valquirias o drakkars forman parte del paisaje con total naturalidad. Con ellos están muy presentes los conceptos de predestinación histórica y de pertenencia a la comunidad tan propios de las antiguas sagas, inevitablemente pasados por el filtro del humorismo. Pero de un humorismo machacón, que exprime hasta el agotamiento (de la comicidad y del jugador) los pocos temas donde carga las tintas.

Las descripciones juegan casi mejor papel para introducir al jugador en el universo de Phungoria que unos diálogos con abundantes circunloquios, vacuos, mal medidos, de esos que creen que se dice mucho cuando el texto abulta pero que en realidad aburren. Los personajes son caricaturas no siempre logradas, mientras que la narración pasa por altibajos notables, no está bien dosificada: el inicio del juego requiere que obtengamos demasiada información a golpe de conversaciones antes de dar paso a situaciones más dinámicas. Conforme va aproximándose el final se hacen evidentes los errores de ritmo, que apresuran la conclusión de una trama justita, con algún error de continuidad y una premisa más ligera que bien amarrada.

Conclusión

Gilbert Goodmate and the Mushroom of Phungoria indudablemente no destaca por su acabado técnico. Si se decide no darle importancia, queda una aventura que se muestra amena durante gran parte de su extensión y hasta simpática. El par de virtudes al que hacíamos referencia al inicio del comentario no le permiten, sin duda, salir del pozo de la mediocridad en la que queda merecidamente confinada, pero al menos son avales para despertar un mínimo interés.

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