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Aventuras gráficas al detalle

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Yo acuso

A los que alienan a su público con teorías manipuladoras basadas en su propia ignorancia, a los que engañan a aquellos a los que deben ofrecer rigor

# Paco García | 0

Yo acuso

Pero lo cierto es que la aventura gráfica no ha dejado de vender nunca, pese a quien pese, y en proporción lo hacía y lo hace más que otros géneros comúnmente conocidos como exitosos. Hay comunidades, como esta que visitáis, dedicadas a las aventuras gráficas, y redactores que se empeñan en defender un género vilmente denostado y sobre el que se han vertido toneladas de estiércol con motivaciones sibilinas que han terminado calando hasta tal punto que han desgarrando el tejido del que podía haber sido un medio intachable para contar historias.

Tarjeta gráfica
A pesar de su aspecto tosco, de su limitado valor estético y de no ser más que una nueva vuelta de tuerca a lo que ya se había visto, Quake se encaramó a lo más alto gracias a lo que veis en la foto. Nuevos socios y pujantes agentes en el mercado hicieron que en la prensa se degradase todo aquello que no dependiera de ellos.

Pasan los años, los lustros y las décadas y la perorata no cambia, sino que se hace incluso más corrosiva. La vertiginosa expansión y masificación de Internet ha escalado fulminantemente hasta el puesto que las todopoderosas revistas impresas habían ostentado. En Internet estaba la esperanza de disolver la costra de engaño que había recubierto a la prensa. En la libertad de expresión estaba la solución al problema de los manejos facinerosos que en las publicaciones de los quioscos ya se hacían demasiado patentes. Todos podríamos opinar y decir «eso no es así, sois unos farsantes». Darles en el hocico con los argumentos que ellos no fueron capaces de darnos. Pero para aquello, y como en otras muchas cosas, todas las posibilidades que ofrecía la Red de redes fueron espejismos.

En España, al menos, los puestos de autoridad vinieron dados por quien llegó primero. Y en esa carrera el vencedor no necesariamente tenía que ser el mejor, ni mucho menos el más preparado. Así que los experimentos que ponían en marcha unos pocos pipiolos iban haciéndose fuertes e iban cobrando importancia entre un público que no tenía muchas opciones entre las que elegir. Quienes empezaron a llevar el timón en las mareas de influencia eran personas sin ninguna experiencia, y como el conocimiento sobre videojuegos no es congénito, lo más fácil cuando uno se ha perdido es recurrir al camino trazado por otro. Copiar en un examen entraña riesgos, ya que puedes estar fijándote en lo que hace un cateto y reproducir punto por punto sus errores. Si además intentas poner algo de tu parte para que no se note la treta, el resultado puede ser aberrante. Y así ha sido.

Las webs que fueron apareciendo en aquella época, aquellas que se hacían llamar reductos de independencia, no es que no cuestionasen las fórmulas de antaño, es que las tomaban como verdad absoluta y las calcaban con contumacia. Con muy poquita cabeza, hicieron suyo el axioma de la «muerte de la aventura», y si ya los redactores que lo habían puesto en liza no podían autoproclamarse como paladines de la madurez, aquellos que les sucedieron, que eran poco más que unos adolescentes exaltados, copiaron aquello e incluso lo degeneraron todavía más. Así que si miramos en Meristation un artículo o un análisis dedicado al género, ya en las primeras líneas leeremos la coletilla adquirida. El gacetillero de turno soltará cosas como «Muchos dicen que las aventuras gráficas están muertas», «A pesar de que las aventuras gráficas hayan sido enterradas», «Lejos queda la época dorada», «Pocos son los títulos que optan por esta fórmula», «La producción de aventuras gráficas ha descendido en los últimos años de forma alarmante», «Una productora se ha arriesgado y ha decido publicar una aventura gráfica, género que dicen minoritario» o «Aventuras gráficas… ¡qué recuerdos!»; y un largo etcétera de menosprecios que, voluntaria o involuntariamente, rebaja ya desde un primer momento la categoría de un tipo de videojuego, como en ningún otro caso se hace. Es como aquellas viejas glorias del cine a las que persigue el rumor de que han pasado a mejor vida y a las que los directores de casting borran de sus agendas, aun a pesar de haber regalado al público interpretaciones míticas.

Micromanía número 80, segunda época
Y así fue como revistas como Micromanía pasaron página y de ver cosas como las de la foto, una portada en la que se mencionaban tres aventuras, el género fue disolviéndose gracias a discursos que llamaban a la catarsis de la aventura gráfica…

Pero estirar la falacia que ha hostigado a la aventura gráfica durante años solo es la punta del iceberg, pues la oriflama de la ignorancia es lo que deja en evidencia a todos aquellos que, a falta del conocimiento profundo y detallado que se espera de un «analista», se empeñan en excavar en las mismas canteras de siempre. Si un crítico literario comparase todas las novelas que lee con El Quijote, o si un comentarista cinematográfico comparase la última película de Kevin Smith con Casablanca, primero se reirían de él, después le pondrían un capirote de incompetente y por último le pegarían una patada en el culo y se iría a la cola del paro, por impostor. No sucede así con los analistas de aventuras de los massmedia: ellos pueden decir «Paradise no llega al nivel de obras de arte como Monkey Island», por ejemplo, y quedarse más anchos que largos. Da igual que con ello no solo demuestren un desconocimiento bastante pronunciado sobre aquello de lo que están hablando, sino también una incapacidad completa para hallar correlaciones, lo que evidencia unos graves problemas de sinapsis. Pero escriben donde escriben, son redactores de prestigiosas webs y los pobres mortales están obligados a creerles. Innegablemente las aventuras cayeron en recesión hace ya unos cuantos años. Hubo problemas interinos, claro que sí, aunque quieres tiraron la primera piedra en su lapidación fueron los ineptos y los indecentes que exigían unos cambios innecesarios e indefinidos. Quienes ejercieron oposición al desarrollo del género por sus vías naturales, sin argumentos. Quienes hacen suyo ese discurso y le ofrecen credibilidad, dan cuartel y apoyan a la falsedad, por acción o por omisión.

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